domingo, 28 de enero de 2024

Fernando Navarro, una lección de vida

Ayer tuve la oportunidad (la suerte o el placer) de estar en la presentación del libro “todo lo que importa sucede en las canciones” del célebre crítico musical Fernando Navarro; una presentación sobre la que debo manifestar mi grata experiencia al poder ser testigo de cómo se aborda el tema musical en relación con la existencia del ser humano.

Un párrafo el anterior que podría parecer grandilocuente o excesivo, pero que analizando con detenimiento lo que Fernando Navarro aborda en el citado libro o en la referida presentación podría quedarse corto.

Por otra parte, no es de extrañar, que con el currículo en medios de comunicación que presenta el protagonista (El País, El País Semanal, Cadena Ser, Ruta 66, Efe Eme o Rolling Stone) tenga el bagaje o experiencia del que hace gala.

Solamente, para tratar de explicar lo anterior, voy a detenerme en cuatro conceptos que me llamaron poderosamente la atención: la ausencia, la maternidad, la libertad o el disco. Son cuatro conceptos que, para mí, tienen una ligazón esencial en toda esta historia. Podría, seguro, abordar otros conceptos que me llamaron la atención, pero entiendo que los elegidos son más que suficientes para comprobar que no estamos hablando únicamente de un escritor que hace critica musical y si de un ser humano que hace filosofía a través de la crítica musical.

El que el libro se titule “todo lo que importa sucede en las canciones”, nos da una pista de cómo el autor quiere enfrentarse a la historia: la música, a través del disco, le ha permitido alcanzar la libertad absoluta que le inculcó su madre ante la ausencia de un padre desconocido.

Lección de vida, llamaría yo a lo anterior. Una lección aprendida e inculcada por una madre que no solo le dio la vida, sino que también le ayudó y enseñó a utilizarla.

Cómo explicar la ausencia de un padre con algo tan descarnado como “Después de meses, más bien años, he comprendido que he llegado hasta aquí con la única esperanza de tener suficientes pares de botas, aunque mi única revolución simplemente sea intentar ser un buen padre para Alejandro”.

La ausencia, en este caso la del padre, como acción y efecto de ausentarse o de estar ausente. Algo que le pasó a nuestro protagonista: su padre se ausentó y provocó un vacío, en principio, insustituible o irremplazable. Al menos en tres ocasiones, nuestro protagonista, manifestó que quizás, solamente quizás, su padre podía estar trabajando en el hospital de nuestra ciudad, Badajoz.

Y esa ausencia nos introduce de lleno en la maternidad. Escribía un poco más arriba que la ausencia del padre era, en principio, insustituible o irremplazable; pero debo de manifestar, así lo confiesa Fernando Navarro, que su madre le ayudó a enfrentase a la misma de la forma que solamente una madre es capaz de realizarlo a través del vínculo que se crea desde el momento de la gestación y que se va acrecentando durante el momento del nacimiento, la lactancia y posteriormente con el cuidado en los primeros años de vida del hijo: vivencias y relaciones que serán elementales para el desarrollo de su personalidad.

Hablaba Fernando Navarro de que la enfermedad y la muerte de su madre eran la clave o génesis de lo escrito en su libro, un libro que relata una crisis personal que lleva al protagonista a la madurez, donde asume el fracaso, a través de la libertad que le facilita la música.

La libertad, obsesión de una madre para su hijo. “Mi madre me enseño a creer en las personas, no en las banderas o en las fronteras; me enseño e inculcó, con su dejarme aprender en libertad, que el ser humano se construye cayéndose y levantándose”. La experiencia nos demuestra que cuando asentamos el cuidado de nuestros hijos en el cariño, la compresión y la aceptación les ayudamos a crecer en un ambiente de confianza, desde donde se puede explorar con total libertad y seguridad todas sus emociones y potencialidades para desarrollar una etapa adulta plena y feliz.

Y nos faltaba el cuarto elemento catalizador de esta lección de vida, de esta lección de filosofía que nos imparte Fernando Navarro: el disco; que bien podríamos haber sustituido por la música, pero que nuestro caso, el disco, es la materialización de la misma y una forma de contarnos la evolución inadecuada de una sociedad que vive sin freno.

“Es curioso que cada ciudad que visito esta huérfana de tiendas de discos”. Alguien del publico le recuerda que en Valladolid si existen; pero aquí, en Badajoz, es cierto que desaparecieron hace muchos años. Aquellas maravillosas “Ítaca Discos” o “Ciclos”, en Badajoz, donde, a través de la maestría de sus gestores y propietarios -Antonio o Carlos-, se nos permitía tener un lugar donde peregrinar a buscar y escuchar nuestros discos de aquellos músicos que colmaban nuestro ansía de libertad: John Coltrane, Miles Davis, Return to Forever, Mahavishnu Orchestra, Frank Zappa o Tete Montoliu.

Llegabas desbocado, nervioso por los cuatro costados, entrabas en aquellos templos, reducidos en espacio y amplios en material discográfico, y comenzaba aquella maravillosa y ya imposible historia de buscar entre los cajones de los discos a la búsqueda de aquel deseado LP que posteriormente desgastarías, por la cara a y la b, para después embolsar cual inalcanzable tesoro que pasaría a formar parte de la isla perdida de tu habitación familiar.

¡Gracias, Fernando, por esta lección de vida!

domingo, 21 de enero de 2024

La sonrisa de Ignasi

Detrás de esa gloriosa sonrisa que exhibe sin ambages Ignasi Terraza se esconde una historia trágica pero también, a la vez, una apasionante aventura de superación interpretada por un chaval de poco más de nueve años.

En aquella España de los sesenta del siglo veinte, además del aderezo político de un régimen en decadencia, se utilizaban algunas arriesgadas prácticas médicas que fueron la causa de que nuestro protagonista perdiera la visión.

Es probablemente muy arriesgado asegurar que esa tragedia familiar fuera la causa para que Ignasi Terraza optará por acercarse a la música, para iniciar una aventura que le llevaría con el paso de los años a convertirse en un pianista con gran proyección internacional.

Nunca lo sabremos, pero la realidad es que aquella tierra bañada por el Mediterráneo y preñada de grandes músicos alumbraría con los años a otro grande del piano; en este caso, como Tete Montoliu, ciego.

Cuenta Ignasi Terraza que “al cabo de dos años de perder la vista comencé a tocar el piano. Cuando empecé a acercarme al piano estaba totalmente ciego. A mí me gustaba más dibujar y pintar, no le dedicaba especial tiempo a la música, pero un poco como un juego, un amigo me enseñó una canción en un teclado de juguete. Intenté luego reproducirla en el piano de casa de mi abuela y a partir de ahí empecé a engancharme al instrumento en una historia de amor que llega hasta hoy”. Esa canción era el ’Happy Birthday’.

Comenzó sus estudios de piano clásico en el Conservatorio de Barcelona al mismo tiempo que se inició de forma autodidacta en el jazz, algo que en aquella Barcelona mosaico de distintas culturas le llevo a disfrutar de la dulzura de vivir junto a esa potente herramienta que es el jazz.

Seguro que la importancia de la música (Zeleste, Sisa, Pau Riba, Jimi Hendrix, Genesis o Yes) le harían expresar en más de una ocasión que “no escuchábamos música, vivíamos en la música”. Además, perteneciendo a esa generación en la que confluyeron la alta cultura y la popular, eran capaces de escuchar a Bach y a los Rolling.

Posteriormente, con la llegada de la década de los ochenta, todo dio un giro copernicano y donde antes había una búsqueda de la verdad se impuso el imperio de lo falso, donde había un pensamiento denso se impuso el débil y donde había una felicidad del cuerpo se impuso el gimnasio.

Para ese momento, Ignasi Terraza está sobradamente formado en la disciplina del piano clásico y rezuma jazz por los cuatro costados. Aquella casete que le grabó el afinador del piano familiar, Oscar Peterson y Ahmad Jamal en cada una de sus caras, le ayudarían a buscar un referente sobre el que crecer.

Combina el tiempo entre la informática (se licencia en Informática, siendo la primera persona ciega en España en obtener esta titulación) y el jazz hasta que, en el comienzo de la década de los noventa, decide dedicarse plenamente a la música.

Y aquella sonrisa de Ignasi seguía creciendo e iluminando a todos aquellos que se cruzaban en su camino.

Y fue aquel afinador que le introdujo en Peterson o Jamal, el mismo que le habló de la figura de Tete Montoliú, de aquel pianista ciego que era un enorme músico que tocaba jazz. Y fue “a partir de entonces como empecé a preguntar, a buscar, a interesarme y a escuchar más esta música. Ese punto de libertad y de improvisación me sedujo desde el principio y con el tiempo ha hecho que haya hecho de esta música mi lenguaje”.

Un Ignasi Terraza maduro es el que volvía por tercera vez a Badajoz (él me insiste que es por cuarta; así será, le digo). Lo hacía para ofrecer un nuevo concierto en el ciclo de jazz que Fundación CB organiza bajo el título “Jazz en Montesinos”.

Y créanme, se lo aseguro, que el concierto fue digno de enmarcar. A piano solo, con esa forma única de improvisar que tienen y desarrollan los grandes músicos, nos construyó una autentica obra maestra a base de temas de Louis Armstrong, Fats Waller, Thelonious Monk, George Gershwin, Juan Tizol o de su propia composición.

Escucharlo y verlo tocar ese repertorio propio y ajeno de composiciones que forjaron su particular huella musical es toda una experiencia, sobre todo, en una noche repleta de nostalgia en la que tuvimos la oportunidad de sumergirnos en la magia del jazz y honrar a uno de los grandes músicos que este país ha dado al mundo.

Sin olvidar, es preciso no olvidarlo tampoco, que sentarse junto a él y conversar sobre lo que la sociedad en general ha cambiado respecto a cómo se ve a la persona ciega y cómo esto se refleja en la música y en el arte en general. Sobre ello asegura que “queremos que se nos escuche y juzgue como músicos y que la gente venga y se olvide si esa persona es ciega o no, que escuche música y músicos tocando y disfrutando”.

Y así, conversando o escuchándolo al piano, uno observa y se convence que esa sonrisa que Ignasi Terraza luce sin ambages es realmente sincera y digna de lucir y difundir a los cuatro vientos.

¡Gracias Ignasi!

domingo, 3 de diciembre de 2023

Chano Domínguez en Jazz en Montesinos

 


En persona, nuestro protagonista, es exactamente como su música: sencillo, fresco y de una gran armonía.

Chano destila vida en cada una de sus acciones; es, en palabras de nuestro querido Tete Montoliu, “un músico de jazz, que lo toca de otra manera; tu voz es diferente”.

Nacido en Cádiz, empapado de la música de esa tierra y por mediación de su padre, comenzó con la guitarra flamenca antes de inclinarse por el piano.

Me comenta que “a partir de los veinte años, cuando desarrolla su estilo al piano, empezó este camino de aprendizaje en el que aún sigue, porque esta música tiene muchos recovecos y mucho que enseñarnos siempre”.

En esa frase se encierra, también, parte de esa frescura y humildad que le caracteriza. De formación autodidacta ha llegado a niveles superlativos en el dominio del piano; algo que le permite, además de su actividad creadora e interpretativa, impartir magisterio del piano.

A Chano lo sigo desde hace muchos años; desde sus comienzos rockeros en CAI allá por los setenta del siglo pasado. ¡Tiempo más que suficiente para admirar su maestría!

La música de Chano es bella y sublime; siempre interpretada desde ese sonido tan personal que le imprime y que ha sabido distinguir de otros muchos pianistas. Una música en la que se siente a gusto: “tocando blues con compás de bulería”.

Lo veo en gran forma, algo que me confirma en nuestro encuentro; un encuentro que se produce para su actuación en el Ciclo de Jazz en Montesinos de Fundación CB.

El concierto, ante un centenar de personas, ha llevado su sello indeleble e intransferible: un paseo por el universo Chano; eso que algunos denominan “Chaneando”.

Y así, maravillando a su público, continúa día tras día: por ejemplo, hoy en Badajoz o mañana en Madrid.

¡Gracias, Chano!

martes, 21 de noviembre de 2023

Emilio Solla, un pianista del carajo


Emilio Solla es un pianista y compositor argentino que, afincado en Nueva York, dedica su tiempo a la formación y a impartir su maestría allá donde la solicitan.

Lo he conocido con motivo de un concierto en Badajoz, concretamente iniciando el ciclo de Fundación CB titulado “Jazz en Montesinos”.

Y debo de reconocer que me ha cautivado su maestría musical y su singularidad en lo personal.

Como argentino se define como “un italiano que habla español y que se cree francés”. Sugerente y original forma de definir al nacido en un país que vive permanentemente instalado en una crisis económica y social. Sin desperdicio sus sabrosos y ocurrentes comentarios en torno al actual proceso de renovación del presidente de la Nación Argentina. ¡Sabrosos, muy sabrosos!

Con una estrecha relación con Barcelona, su pareja es nacida en esa ciudad, no reúsa en dedicar hermosas palabras a todo lo que destila una ciudad cosmopolita donde pudo encontrar finalmente “un piano afinado” donde perfeccionar su sólida formación; en Barcelona, como no podía ser de otra manera, vivió y trabajó durante más de diez años.

Argentina, España o Estados Unidos son los lugares por donde ha peregrinado nuestro protagonista, lugares que han podido disfrutar de un músico criado en la música folclórica argentina y junto a un “viejo” que escuchaba jazz a raudales.

Y así, de esa manera, salió este músico apátrida que camina y viaja sin descanso por todos aquellos lugares que le reclaman para que les cuente su forma de ver la vida y la música; forma que no es otra que la de mostrar la riqueza humana y artística que generan los movimientos migratorios con su cruce de culturas.

Caminando, conversando o disfrutando de la gastronomía del lugar por el que transita, discurre una vida que tiene en este momento a Emilio Solla en el lugar donde le corresponde: el reconocimiento a nivel internacional de sus hermosas composiciones.

Posdata: lo del titulo “Un pianista del carajo” viene a cuento de una entrevista que leí donde manifestaba que “es un pianista del montón y un compositor del carajo”; a lo que yo respondo que, efectivamente “es un compositor del carajo, además de un pianista del carajo”.

martes, 26 de septiembre de 2023

¡O yeah, qué bueno! - Arturo Serra en Sevilla


Con gente así se hace camino; de eso estoy plenamente convencido. Me refiero con lo anterior al publico que seguía con atención y fruición el concierto que desplegaban en la sala Assejazz de Sevilla Arturo Serra y sus acompañantes.

Expresiones como la que encabeza estas notas venían de mi compañero de bancada, un sesentón como el que escribe, que estaba preñado de jazz y vida.

Y con esa expresión de que era “bueno” (diría yo, siguiendo a mi amigo JAM Montoya, que era sublime) se refería al pedazo de concierto que nos ofrecían las huestes encabezadas por Arturo Serra y muy bien secundadas por Perico Sambeat, Juan Galiardo, Miquel Álvarez y Martín Andersen (sin olvidar al amigo Pedro Cortejosa).

La sala de Assejazz de Sevilla es una enorme nave en un polígono industrial que hace las veces de esos clubes que llevamos en el imaginario todos los viejos seguidores de esta excelsa música que es el jazz. Amplia en espacio y aforo, con una coqueta y bien servida barra de bar, en la que faltaría, por poner algún reparo, una mejora de su acústica.

La formación liderada por Arturo Serra, un musico con mayúsculas con un amplio y versátil conocimiento de la música, desplegó eso que queremos los aficionados al jazz: las mejores esencias del jazz.

Amigos de Assejazz Sevilla, ese es el camino. ¡Enhorabuena!

miércoles, 9 de agosto de 2023

Recordando a Fernando Sánchez Dragó


La lectura de una entrevista con Ayanta Barilli, escritora e hija de Fernando Sánchez Dragó, ha traído a mi memoria una cena digna de recordar junto a tan ilustre escritor.

La cena en cuestión se celebró en los primeros meses de 2004 en el Restaurante Los Monjes del Hotel Zurbarán de Badajoz. Y era el broche final a una ¿espectacular? o, al menos, singular conferencia de un superlativo Fernando Sánchez Dragó.

Se trataba de un acto enmarcado dentro del Ciclo de Conferencias, organizado por Fundación Caja Badajoz, que contó con la participación de importantes personalidades de diversos ámbitos: el escritor Fernando Sánchez Dragó, el exentrenador del Real Madrid Vicente del Bosque, el doctor Enrique Moreno González, la periodista Ángela Rodicio o la investigadora Margarita Salas. Un ciclo de conferencias que estaba dirigido e ideado por el periodista y escritor extremeño José María Pagador Otero.

La conferencia, bajo el título “El héroe de las mil caras. Integrismo, multiculturalismo e ilustración”, se convirtió en una tribuna, por momentos en campo de batalla, donde Sánchez Dragó expuso algunas de sus ideas referidas a los mitos y las religiones. Terminada la exposición del tema, ya en el turno de preguntas, recuerdo perfectamente como el escritor se zafó de cualquier protocolo y se enzarzó en un “toma y daca” de preguntas y respuestas que puso de manifiesto su conocimiento del tema y su afilada experiencia en el arte de la palabra. Debo de reconocer que me lo pasé realmente bien y que el resultado de aquella conferencia elevó aún más el concepto que tenía del conferenciante.

Fernando Sánchez Dragó había llegado a mi universo personal en la década de setenta del siglo veinte y lo había hecho de la mano de la lectura de su enciclopédica obra “Gargoris y Habidis, una historia mágica de España”. Su lectura y lo fascinante de la vida del escritor habían elevado al personaje a la categoría de mito.

Ayanta Barilli define en esa entrevista a su padre como “un personaje público” y como “un hombre cautivador, en contra del sistema por definición, que jugaba, aunque otros crean que iba en serio”.

Quizás en esa definición de la hija este la esencia del personaje al que tuve el placer de leer y conocer. Leer en esa historia de España y en otras singulares obras o en aquellos apasionantes “Negro sobre blanco” y conocer en la aludida conferencia o en la cena posterior que no tuvo ningún tipo de desperdicio. Una cena en la que Fernando Sánchez Dragó pudo explayarse sobre todo aquello que le vino en gana y que seguramente realizó en ese tono juguetón al que hacía referencia su hija.

Viene al hilo, ya que hablamos de recuerdos, en uno de esos fascinantes “Negro sobre blanco”, el dedicado a la obra “Don Quijote de la Mancha y Libro de uso del Quijote” de José María Pagador Otero.

Por cierto, en la cena estaban presentes José María Pagador Otero, una compañera de Caja Badajoz (su nombre, en esta ocasión, no viene al caso) y el que esto escribe. A los postres, con un Sánchez Dragó en efervescencia, tuvimos la incorporación de la pareja de aquel momento del escritor, Naoko.

domingo, 23 de julio de 2023

Capitán, llegó el día


Debo de reconocer que la noticia de contar algo en la boda de Emilio me cogió un poco de manera inesperada. En mi cabeza tracé una serie de ideas que podrían ser parte de ese contar y cantar sobre nuestro querido hijo. Y, vuelvo a sincerarme, diré que me ha costado la vida.

Por ello decidí recuperar un viejo texto escrito hace ya algunas fechas sobre una fotografía de nuestro protagonista. Un texto que titulé “30 años” y que decía así:

“La fotografía, como puede apreciarse en el pie de foto, es de octubre de 2012. Han pasado ya casi siete años.

Me gusta especialmente porque refleja su forma de ser: honestidad, sinceridad y un brillo en los ojos que apuestan decididamente por el momento en el que se cumplirán todos sus sueños.

Hoy, el protagonista de la fotografía, cumple treinta años. ¡Joder, como pasa el tiempo!

Un tiempo en el que, como todo ser humano, ha evolucionado en su pensamiento y en su forma de actuar. Una evolución positiva que le aporta un plus como persona.

Es, como el padre que le ayudó a venir a este mundo, un idealista y un firme convencido de la belleza que nos rodea.

Y ahí anda el hombre, tratando de capturar con su mirada (esa que solamente tienen y atesoran las personas que miran de una forma diferente) todo lo bello de las cosas y de las personas; tratando, con mucho esfuerzo, de conseguir su sueño: vivir y realizarse a través de la fotografía.

Seguro que lo conseguirá, conocimiento y aplomo no le faltan; además sabe, ¡lo sabe bien!, que cuenta con un valor añadido y definitivo: la persona que le acompaña en su día a día”.

Esa persona, como podéis imaginar, es Isabel.

Lo anterior me pareció corto, no presentable para un momento que seguro marcaremos en rojo en nuestro calendario vital. Y para ello me dirigí a esa persona que tantas y tantas veces me rescató de un posible naufragio. Esa persona es el abuelo Emilio; el abuelo que tantas aventuras infantiles vivió con nuestro protagonista.

Su texto, el que me remitió, dice así:

“Bueno, Capitán, llegó el día.

Desconozco cómo lo imaginaste, qué personas te acompañarían en este momento tan importante de tu existencia. Y si pensante que, entre esas personas, estaría el “abuelo Emilio”.

Y ya ves, aquí estoy (estamos). Y digo estamos porque desde que tuve conocimiento de la noticia y de que tu padre leería unas palabras, me puse manos a la obra. Convoque al “comité de familia” (ese del que forman parte, junto a este que te escribe, los abuelos Remedios y Alberto, Paco, Edu, tío Gabriel y también Cohete) para contarles que prepararía unas palabras de auxilio por si tu padre, como me imaginaba, pudiera bloquearse y no cumplir.

Si eso se ha cumplido, papá estará leyendo estas breves y sentidas palabras hacía aquel nieto con el que compartí momentos inolvidables; aquel nieto con el que construí una alianza invencible y al que trasladé un sentido por la vida de respeto y solidaridad.

Qué tiempos los que vivimos, ¿te acuerdas? Aquellos madrugones de fin de semana que te sumergían en el conocimiento de una vida sencilla y muy pegada al terreno. El campo, la playa o los paseos aventura junto a Patricia y María fueron conformando nuestro vinculo imborrable.

Isa, cariño, no tuve la oportunidad de convivir contigo; pero desde esta atalaya en la que nos encontramos he podido comprobar que eres el complemento perfecto de mi Capitán: le aportas el esfuerzo, la constancia y la dedicación que cada proyecto de vida necesita.

Después de lo comentado, decir, que comenzó lo inexorable. Creciste, te formaste y algunos de nosotros fuimos diciendo “hasta pronto”. Pero era un hasta pronto real, ya que desde el lugar en que nos encontramos os seguimos muy de cerca. Y ya lo ves: aquí estamos; muy contentos, por cierto. Contentos porque vemos a una familia unida que engalana y disfruta de días como el que hoy celebramos.

Bueno, Capitán e Isa, termino. Y lo hago con un consejo de abuelo: “Recordad siempre que la primera persona que debe confiar en vosotros y en vuestros sueños, sois vosotros mismos; realizarlos disfrutando del camino””.