Camino, despacio, en compañía de Dave Schnitter. La temperatura, primaveral, invita al paseo y a la reflexión. Las calles de la ciudad, a estas horas, son un remanso de tranquilidad y por ellas transitan pocos, pero seleccionados, paisanos que degustan con mimo el sabor de las calles históricas de su ciudad.
Dave Schnitter ataca con ese sonido de tenor duro y abigarrado el Invitation de Bronislaw Koper.
Me adentro en la calle Hernán Cortes. Su suave cuesta me obliga a ralentizar algo más mi paso. La calle es como un “desatascador” de la memoria: el viejo Bárbara de Braganza, el bar Las Cancelas (¡qué mondongas ponían!), la sede de la Económica, la vieja sede del Club Deportivo Badajoz, la frutería de Los Aragoneses,…………………¡Me voy haciendo mayor, es una evidencia!.
Schnitter se enfrenta al Body & Soul.
Y no he nombrado, a propósito, el Espantaperros Café. En su rotulo expuesto en la calle puede observarse la silueta de la hermosa Torre de Espantaperros, símbolo de la ciudad, y un colorido Jazz Café. Curiosamente de su nombre solo se adivinan las letras “ant” y todo el Jazz Café. Y digo curiosamente porque lo que allí falta es jazz y no la torre. Visiten el local, es un lugar muy acogedor, y podrán degustar la inmensa fotografía con la Torre de Espantaperros. Lo que no podrán degustar es nada de jazz. El poco que queda es como la calle: solo recuerdos.
Exposiciones fotográficas de Lorenzo Martínez o Antonio Covarsí, ecos de conversaciones interminables con Juan Claudio Cifuentes y armonías jazzisticas quedan en el recuerdo y en la memoria de los que un día transitamos con frecuencia por el local.
El Donna Lee, con una gran diálogo entre saxo tenor y piano, me indica que estoy acabando la calle Hernán Cortes y que desemboco en la del Obispo San Juan de Ribera.
Por cierto, Dave Schnitter anduvo también por estas calles y nos regalo su forma mágica de entender el jazz y el arte del saxo tenor. Hace de eso ya unas décadas.