¡Treinta años ya! ¡Qué barbaridad! Parece que fue ayer cuando nos miraba desde esos ojazos negros que ya comenzaban a preguntar y preguntarse qué sería de su existencia.
Era una niña preciosa: una muñequita de hermosos labios, mejillas sonrosadas y una nariz perfecta; era ese tipo de niña que enamoraba solo con mirarla.
Verla crecer fue toda una aventura, una forma de confirmar que lo sembrado en ella daba sus frutos: trabajo, esfuerzo, dedicación y sentido de la justicia eran parte principal de su formación. Una característica siempre destacó y destaca en su forma de enfrentarse a la vida: la búsqueda del porqué de las cosas que ocurren a su alrededor.
Aquel hermoso y frágil “cuerpo de ola” fue creciendo y formándose como persona, como persona íntegra, comprometida y fiel a la amistad.
Como ella misma manifiesta: “La vida ha dado muchas vueltas. Todas hemos madurado, han llegado personas nuevas a nuestras vidas, y también se han ido, hemos entrado y salido de trabajos, cambiado de piso, vivido en diferentes ciudades…y a pesar de todos estos cambios, hay algo que siempre se ha mantenido intacto: nuestra amistad”
¡Qué más pueden pedir sus padres!
Ahora, llegado este momento singular de su existencia, la entrada a la treintena, solo puedo decirle que siga siendo como es, que sus padres estamos muy contentos con su forma de ser y de cómo se enfrenta a la vida; y que no olvide que su familia siempre será ese rincón en el que plasmar sus pensamientos, opiniones, anécdotas o hablar de aquello que le apetezca en cada momento.
Muchas felicidades.