Era Cartier-Bresson el que nos hablaba de ese “instante decisivo”, de aquel que consiste en disparar en el momento justo en el que la acción sucede.
Y me pregunto si en la fotografía que acompaña al texto no está sobradamente ese “instante decisivo”.
Sitúense, por favor, en una noche de otoño en un hermoso teatro donde se acababa de producir un concierto que por momentos desbordó el entusiasmo de un repleto patio de butacas.
Tras el concierto, dos músicos abandonaban la escena para incorporarse al camerino a disfrutar de un merecido y frugal descanso.
El fotógrafo que captó la acción, disparó en el momento justo para que podamos observar la escena que pretendo contarles. Y creo, sinceramente, que son pocas las palabras necesarias para ilustrar la magnífica fotografía. Esto es, bajo mi punto de vista, el “instante decisivo” de Cartier-Bresson.
Ahora, una vez narrada la escena y puesta en relación con ese magno acto fotográfico, me permitiré contar que los músicos son el trompetista Jeremy Pelt y el saxofonista Wayne Escoffery. Dos de los seis componentes del “Black Art Jazz Collective” que había desbordado con su música la emoción de un repleto Teatro López de Ayala de Badajoz.
También ahora, me permito afirmar que esto es el “instante decisivo” de Félix Méndez, el autor de la soberbia fotografía.
Debo de dar las gracias a Félix Méndez y a Willy López por este entrañable y sentido regalo que han tenido a bien entregarme. El instante fotografiado, su calidad y, sobre todo, lo que significa para este viejo aficionado al jazz, me ha llenado de alegría y satisfacción.
Hablar de Félix Méndez y de Willy López es hablar de dos amigos y de dos magníficos profesionales que, cada uno en lo suyo, saben inmortalizar el “instante decisivo” cada vez que nos trasladan su visión de la cultura o de cualquier acción cotidiana.
Félix Méndez es un mago de la cámara fotográfica, un genio de la lente, un creador de propios mundos y un explorador de lo cotidiano.
Willy López es otro mago, en este caso de la escritura, que al escribir proyecta un mundo a su medida; alguien que se ha percatado del poder mágico y transformador que tiene escribir.
Y los dos, Willy y Félix, son mis amigos. Algo que digo en voz alta y casi gritando; porque me llena de orgullo tener amigos como ellos. Gente que dedica la mayor parte de su existencia a contarnos las cosas que en ocasiones pasan totalmente desapercibidas para nosotros.
Willy, Félix, muchas gracias por vuestro magnífico regalo y, sobre todo, por dejadme ser vuestro amigo.