Andaba el hombre sumido en sus tribulaciones. “¡Joder, pues la nevera está en buen uso; solo la puerta está un poco deteriorada!”.
Indudablemente era una apreciación, como tantas. La nevera era digna de verla: un modelo algo en desuso y lista para entrar en la chatarrería. Pero es evidente que a nuestro personaje le llamaba la atención o le podría solucionar algún asunto.
La escena se desarrollaba en una fría mañana de domingo, en una calle desierta del centro de la ciudad y a esas horas en que es un placer caminar y observar todo cuanto ocurre a tú alrededor.
Nuestro personaje, dicho con todo el respeto del mundo, es uno de esos ciudadanos marginales que habitan, y han habitado, en nuestra ciudad y que bien darían para escribir una historia de la ciudad contada a través de sus miradas.
Mirando a su perrillo se preguntaba: “¿Crees que nos cabrá?”. Su fiel compañero de viajes infinitos le miraba con esos ojillos de perro fiel acostumbrado a pasar mil penalidades. “¡Yo creo que nos cabrá!”, continuaba con su profunda tribulación.
El personaje es real; “El novio de la muerte” creo que le llaman las decenas de personas que congenian con él. Tomo el enlace (la foto no me lo permite), para ilustrar el comentario, de una fotografía realizada por ese joven fotógrafo, joven y cada día más cualificado fotógrafo, llamado Emilio Jiménez Hidalgo. Ahí va su página http://www.flickr.com/photos/emiliojimenez/2839809334/sizes/z/in/photostream/.
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