Hace rato que la noche ha caído sobre la ciudad. La temperatura es agradable y no parece que la entrada de la noche provoque su descenso. Todo está preparado y alineado para una gran noche de jazz. El lugar elegido: el hermoso patio porticado del Masumi Convento, un lugar enclavado en la calle Joaquín Costa de Badajoz.
Hoy nos acompaña un cuarteto liderado por Iván Sanjuán: Joaquín de la Montaña (saxo tenor), Pedro Calero (piano), Enrique Tejado (contrabajo) e Iván Sanjuán (batería).
Alguien con buen criterio pensó que el lugar era ideal para el jazz en directo; y no sé equivocó: a las pruebas me remito con un local completo en todas sus mesas.
Badajoz se empieza a convertir en el pequeño NY: cena junto al jazz. Eso sí, por ahí comienza el problema: el público debería de entender que venimos a escuchar jazz y a cenar, no a cenar y a escuchar jazz. Pero ya tendremos tiempo de ir aprendiendo.
El caso es que en el local comentado, el Masumi Convento, han puesto en marcha una brillante idea llamada “Club de Jazz y Sushi”; un lugar destinado a la comida japonesa (también de otros paladares) y al buen jazz de la tierra.
Y la noche comenzó sobre las manos de un Pedro Calero convertido, gracias a su talento y trabajo, en un músico imprescindible en la escena pacense. Un Pedro Calero que volaba sobre la base rítmica del versátil y entusiasta Iván Sanjuán y del contundente Enrique Tejado. Sobre ellos, Joaquín de la Montaña nos obsequiaba con su forma tan personal de atacar con su saxo tenor.
Normalmente durante un concierto en algún momento uno se ve obligado a cerrar los ojos, pero no ha sido el caso, había que absorber lo mejor, sabiendo que lo mejor del jazz es que es efímero y que por más veces que se escuche, una noche como esta no se volverá a repetir.
¡Bravo por Iván, Pedro, Joaquín y Enrique! ¡También por la gente del Masumi Convento!
Hoy nos acompaña un cuarteto liderado por Iván Sanjuán: Joaquín de la Montaña (saxo tenor), Pedro Calero (piano), Enrique Tejado (contrabajo) e Iván Sanjuán (batería).
Alguien con buen criterio pensó que el lugar era ideal para el jazz en directo; y no sé equivocó: a las pruebas me remito con un local completo en todas sus mesas.
Badajoz se empieza a convertir en el pequeño NY: cena junto al jazz. Eso sí, por ahí comienza el problema: el público debería de entender que venimos a escuchar jazz y a cenar, no a cenar y a escuchar jazz. Pero ya tendremos tiempo de ir aprendiendo.
El caso es que en el local comentado, el Masumi Convento, han puesto en marcha una brillante idea llamada “Club de Jazz y Sushi”; un lugar destinado a la comida japonesa (también de otros paladares) y al buen jazz de la tierra.
Y la noche comenzó sobre las manos de un Pedro Calero convertido, gracias a su talento y trabajo, en un músico imprescindible en la escena pacense. Un Pedro Calero que volaba sobre la base rítmica del versátil y entusiasta Iván Sanjuán y del contundente Enrique Tejado. Sobre ellos, Joaquín de la Montaña nos obsequiaba con su forma tan personal de atacar con su saxo tenor.
Normalmente durante un concierto en algún momento uno se ve obligado a cerrar los ojos, pero no ha sido el caso, había que absorber lo mejor, sabiendo que lo mejor del jazz es que es efímero y que por más veces que se escuche, una noche como esta no se volverá a repetir.
¡Bravo por Iván, Pedro, Joaquín y Enrique! ¡También por la gente del Masumi Convento!
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