sábado, 6 de julio de 2019

Auditorio Ricardo Carapeto de Badajoz

Anoche volví a casa; volví a mí infancia. Anoche estuve en el Auditorio Ricardo Carapeto del Parque Infantil de Badajoz.

Decía el poeta, Antonio Machado, que su infancia son recuerdos de un patio de Sevilla. La mía, la música en una noche de verano en el auditorio de este parque.

Puede sonar un tanto grandilocuente, puede sonar así; pero así lo siento.

Pero no solo son recuerdos de mi infancia, también de mi juventud. El auditorio, como nosotros le llamábamos, era una parte importante de cada noche en aquellos duros días del verano badajocense.

Nuestras casas estaban vertidas, o asomadas, a aquel recinto que con la llegada del verano veía llenar su interior de sillas que acogerían a un público ansioso de escuchar gentes venidas de otras latitudes.

Por allí pasaron las estrellas más rutilantes de la música nacional e internacional de aquellos días. Pero, sobre todo, por allí pasaron nuestras travesuras, anhelos, deseos, ilusiones, enamoramientos, decepciones y una infinidad de sentimientos de unos niños o jóvenes que crecieron frente a un parque magnifico, mítico y que llenaba nuestras casas de frescor y color.

Lo que cuento es lo que me ocurre cada vez que me acerco a este lugar; me da lo mismo lo que esté ocurriendo en el escenario. No es una cuestión de género musical o de la formación que lo interprete, es una cuestión de mis recuerdos, de mí memoria.

Cuando evocamos un recuerdo, muchas partes de nuestro cerebro se comunican rápidamente entre sí; la memoria aún alberga muchos misterios. Imagino que los científicos trabajan constantemente sobre este hermoso misterio.

¡Qué avancen!, ese es mi deseo; pero, con sinceridad, me da lo mismo hasta donde puedan llegar mientras que nosotros podamos activar este maravilloso y hermoso mecanismo del recuerdo.
 

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