Debo de reconocer que la noticia de contar algo en la boda de Emilio me cogió un poco de manera inesperada. En mi cabeza tracé una serie de ideas que podrían ser parte de ese contar y cantar sobre nuestro querido hijo. Y, vuelvo a sincerarme, diré que me ha costado la vida.
Por ello decidí recuperar un viejo texto escrito hace ya algunas fechas sobre una fotografía de nuestro protagonista. Un texto que titulé “30 años” y que decía así:
“La fotografía, como puede apreciarse en el pie de foto, es de octubre de 2012. Han pasado ya casi siete años.
Me gusta especialmente porque refleja su forma de ser: honestidad, sinceridad y un brillo en los ojos que apuestan decididamente por el momento en el que se cumplirán todos sus sueños.
Hoy, el protagonista de la fotografía, cumple treinta años. ¡Joder, como pasa el tiempo!
Un tiempo en el que, como todo ser humano, ha evolucionado en su pensamiento y en su forma de actuar. Una evolución positiva que le aporta un plus como persona.
Es, como el padre que le ayudó a venir a este mundo, un idealista y un firme convencido de la belleza que nos rodea.
Y ahí anda el hombre, tratando de capturar con su mirada (esa que solamente tienen y atesoran las personas que miran de una forma diferente) todo lo bello de las cosas y de las personas; tratando, con mucho esfuerzo, de conseguir su sueño: vivir y realizarse a través de la fotografía.
Seguro que lo conseguirá, conocimiento y aplomo no le faltan; además sabe, ¡lo sabe bien!, que cuenta con un valor añadido y definitivo: la persona que le acompaña en su día a día”.
Esa persona, como podéis imaginar, es Isabel.
Lo anterior me pareció corto, no presentable para un momento que seguro marcaremos en rojo en nuestro calendario vital. Y para ello me dirigí a esa persona que tantas y tantas veces me rescató de un posible naufragio. Esa persona es el abuelo Emilio; el abuelo que tantas aventuras infantiles vivió con nuestro protagonista.
Su texto, el que me remitió, dice así:
“Bueno, Capitán, llegó el día.
Desconozco cómo lo imaginaste, qué personas te acompañarían en este momento tan importante de tu existencia. Y si pensante que, entre esas personas, estaría el “abuelo Emilio”.
Y ya ves, aquí estoy (estamos). Y digo estamos porque desde que tuve conocimiento de la noticia y de que tu padre leería unas palabras, me puse manos a la obra. Convoque al “comité de familia” (ese del que forman parte, junto a este que te escribe, los abuelos Remedios y Alberto, Paco, Edu, tío Gabriel y también Cohete) para contarles que prepararía unas palabras de auxilio por si tu padre, como me imaginaba, pudiera bloquearse y no cumplir.
Si eso se ha cumplido, papá estará leyendo estas breves y sentidas palabras hacía aquel nieto con el que compartí momentos inolvidables; aquel nieto con el que construí una alianza invencible y al que trasladé un sentido por la vida de respeto y solidaridad.
Qué tiempos los que vivimos, ¿te acuerdas? Aquellos madrugones de fin de semana que te sumergían en el conocimiento de una vida sencilla y muy pegada al terreno. El campo, la playa o los paseos aventura junto a Patricia y María fueron conformando nuestro vinculo imborrable.
Isa, cariño, no tuve la oportunidad de convivir contigo; pero desde esta atalaya en la que nos encontramos he podido comprobar que eres el complemento perfecto de mi Capitán: le aportas el esfuerzo, la constancia y la dedicación que cada proyecto de vida necesita.
Después de lo comentado, decir, que comenzó lo inexorable. Creciste, te formaste y algunos de nosotros fuimos diciendo “hasta pronto”. Pero era un hasta pronto real, ya que desde el lugar en que nos encontramos os seguimos muy de cerca. Y ya lo ves: aquí estamos; muy contentos, por cierto. Contentos porque vemos a una familia unida que engalana y disfruta de días como el que hoy celebramos.
Bueno, Capitán e Isa, termino. Y lo hago con un consejo de abuelo: “Recordad siempre que la primera persona que debe confiar en vosotros y en vuestros sueños, sois vosotros mismos; realizarlos disfrutando del camino””.