Ayer tuve la oportunidad (la suerte o el placer) de estar en
la presentación del libro “todo lo que importa sucede en las canciones” del célebre
crítico musical Fernando Navarro; una presentación sobre la que debo manifestar
mi grata experiencia al poder ser testigo de cómo se aborda el tema musical en
relación con la existencia del ser humano.
Un párrafo el anterior que podría parecer grandilocuente o
excesivo, pero que analizando con detenimiento lo que Fernando Navarro aborda
en el citado libro o en la referida presentación podría quedarse corto.
Por otra parte, no es de extrañar, que con el currículo en
medios de comunicación que presenta el protagonista (El País, El País Semanal, Cadena
Ser, Ruta 66, Efe Eme o Rolling Stone) tenga el bagaje o experiencia del que hace
gala.
Solamente, para tratar de explicar lo anterior, voy a
detenerme en cuatro conceptos que me llamaron poderosamente la atención: la ausencia,
la maternidad, la libertad o el disco. Son cuatro
conceptos que, para mí, tienen una ligazón esencial en toda esta historia. Podría,
seguro, abordar otros conceptos que me llamaron la atención, pero entiendo que
los elegidos son más que suficientes para comprobar que no estamos hablando únicamente
de un escritor que hace critica musical y si de un ser humano que hace
filosofía a través de la crítica musical.
El que el libro se titule “todo lo que importa sucede en las
canciones”, nos da una pista de cómo el autor quiere enfrentarse a la historia:
la música, a través del disco, le ha permitido alcanzar la libertad absoluta
que le inculcó su madre ante la ausencia de un padre desconocido.
Lección de vida, llamaría yo a lo anterior. Una lección
aprendida e inculcada por una madre que no solo le dio la vida, sino que también
le ayudó y enseñó a utilizarla.
Cómo explicar la ausencia de un padre con algo tan
descarnado como “Después de meses, más bien años, he comprendido que he llegado
hasta aquí con la única esperanza de tener suficientes pares de botas, aunque
mi única revolución simplemente sea intentar ser un buen padre para Alejandro”.
La ausencia, en este caso la del padre, como acción y efecto
de ausentarse o de estar ausente. Algo que le pasó a nuestro protagonista: su
padre se ausentó y provocó un vacío, en principio, insustituible o irremplazable.
Al menos en tres ocasiones, nuestro protagonista, manifestó que quizás,
solamente quizás, su padre podía estar trabajando en el hospital de nuestra
ciudad, Badajoz.
Y esa ausencia nos introduce de lleno en la maternidad.
Escribía un poco más arriba que la ausencia del padre era, en principio, insustituible
o irremplazable; pero debo de manifestar, así lo confiesa Fernando Navarro, que
su madre le ayudó a enfrentase a la misma de la forma que solamente una madre
es capaz de realizarlo a través del vínculo que se crea desde el momento de la
gestación y que se va acrecentando durante el momento del nacimiento, la
lactancia y posteriormente con el cuidado en los primeros años de vida del hijo:
vivencias y relaciones que serán elementales para el desarrollo de su
personalidad.
Hablaba Fernando Navarro de que la enfermedad y la muerte de
su madre eran la clave o génesis de lo escrito en su libro, un libro que relata
una crisis personal que lleva al protagonista a la madurez, donde asume el
fracaso, a través de la libertad que le facilita la música.
La libertad, obsesión de una madre para su hijo. “Mi
madre me enseño a creer en las personas, no en las banderas o en las fronteras;
me enseño e inculcó, con su dejarme aprender en libertad, que el ser humano se
construye cayéndose y levantándose”. La experiencia nos demuestra que cuando
asentamos el cuidado de nuestros hijos en el cariño, la compresión y la
aceptación les ayudamos a crecer en un ambiente de confianza, desde donde se
puede explorar con total libertad y seguridad todas sus emociones y
potencialidades para desarrollar una etapa adulta plena y feliz.
Y nos faltaba el cuarto elemento catalizador de esta lección
de vida, de esta lección de filosofía que nos imparte Fernando Navarro: el disco;
que bien podríamos haber sustituido por la música, pero que nuestro caso, el
disco, es la materialización de la misma y una forma de contarnos la evolución inadecuada
de una sociedad que vive sin freno.
“Es curioso que cada ciudad que visito esta huérfana de
tiendas de discos”. Alguien del publico le recuerda que en Valladolid si
existen; pero aquí, en Badajoz, es cierto que desaparecieron hace muchos años.
Aquellas maravillosas “Ítaca Discos” o “Ciclos”, en Badajoz, donde, a través de
la maestría de sus gestores y propietarios -Antonio o Carlos-, se nos permitía
tener un lugar donde peregrinar a buscar y escuchar nuestros discos de aquellos
músicos que colmaban nuestro ansía de libertad: John Coltrane, Miles Davis, Return
to Forever, Mahavishnu Orchestra, Frank Zappa o Tete Montoliu.
Llegabas desbocado, nervioso por los cuatro costados, entrabas
en aquellos templos, reducidos en espacio y amplios en material discográfico, y
comenzaba aquella maravillosa y ya imposible historia de buscar entre los cajones
de los discos a la búsqueda de aquel deseado LP que posteriormente desgastarías,
por la cara a y la b, para después embolsar cual inalcanzable tesoro que pasaría
a formar parte de la isla perdida de tu habitación familiar.
¡Gracias, Fernando, por esta lección de vida!