Para narrar la historia de este concierto, también la intrahistoria, conviene comenzar por el final; un final apoteósico con un cuarteto en forma y entregado a un público ávido de música.
Hablamos del cuarteto formado por Emilio Solla (piano), Antonio Lizana (saxo alto y voz), José López (contrabajo) y David León (batería); un cuarteto reunido para la ocasión que, por la profesionalidad de sus integrantes, rayaron a un gran nivel en una nueva sesión de “Jazz en Montesinos”.
La noche había terminado en lo atmosférico con una temperatura muy agradable (estamos hablando prácticamente de la medianoche) y con una sensación del trabajo bien hecho, lo que nos invitaba a sentarnos al fresco de una terraza para picar y hablar largo y tendido de anécdotas vividas junto a la música.
Y así, ¡de fácil!, fue el resultado final. Pero a aquel final no había resultado tan fácil llegar, ya que una serie de inconvenientes que fueron surgiendo a lo largo de la tarde noche pudieron haber terminado con esta bella aventura junto a la música de jazz.
La prueba de sonido estaba prevista para las siete y media de la tarde, una “hora muy apropiada” para un día que como es habitual en la ciudad nos despacharíamos con temperaturas que sobrepasarían los cuarenta grados. Y aquí tuvimos la primera prueba de supervivencia de músicos y técnicos, ya que, bajo un intenso y abrasador sol, debían solventar los típicos enredos de las pruebas de sonido que son el punto en el que las cosas pueden comenzar a torcerse para que el posterior concierto no camine según lo previsto. Y aquella prueba, nunca mejor denominación, pudo superarse muy a pesar del calor, el viento y otros inconvenientes que quedan en el terreno de la intrahistoria.
Pero me olvidaba contar que, antes de la prueba de sonido, el bueno de Emilio Solla, en su lucha con las tecnologías, nos había asustado con el siguiente mensaje por wasap: “Necesito que me salves, ya que cometí un error infantil porque como ustedes no son un teatro ni nada y no pedí músicos y no sé si tenéis si me lo puedes gestionar estamos en camino. Gracias y disculpas”.
Pues eso, imaginen la cara de incredulidad del receptor del mensaje con la duda planteada a eso de las siete de la tarde. Afortunadamente el sentido común nos llevó a aclarar que lo que no tenia disponible el maestro Emilio Solla para el concierto eran atriles y no músicos.
El lugar donde el concierto se celebró es una coqueta y amplia terraza situada en el corazón del casco antiguo de la ciudad de Badajoz; una autentica atalaya que hace las delicias de músicos y publico asistentes, pero que también sufre las inclemencias atmosféricas; inclemencias entre los que encontraríamos esa tarde noche, amén del referido y sofocante sol, el fuerte viento. Un viento que, con este calor, se agradece como leve brisa pero no con rachas algo huracanadas. Pero bueno, también con buena voluntad, pudimos solventar el problema de la prueba de sonido y del concierto. Recuerdo como Emilio Solla, en unos de los primeros temas comenzado el concierto, con las partituras volando a su alrededor y con un José León al que se le había venido encima su atril manifestaba: “Esto así es imposible”.
Y no fue así; muy al contrario: aquello fue posible y muy bello.
La formación de Emilio Solla y Antonio Lizana habían venido a Badajoz a presentar la música que contiene su disco “El siempre mar”, un álbum en el que versionan clásicos argentinos en el que flamenco y jazz van de la mano y al que se suman algunos temas originales del propio Solla.
España y Argentina unidas en torno a la música; un arte que no entiende de fronteras ni de banderas, un arte donde el músico disfruta de lo que hace sin encontrar ningún tipo de limitación o censura.
Emilio Solla es un pianista y compositor argentino que, afincado en Nueva York, dedica su tiempo a la formación y a impartir su maestría allá donde la solicitan.
Antonio Lizana es uno de los representantes más célebres del nuevo flamenco-jazz procedente del sur de España. Saxofonista de jazz, cantante de flamenco y compositor de una hermosa música.
José López, un robusto contrabajista gaditano residente en Barcelona, ha dedicado su vida a ir absorbiendo a lo largo de su amplia experiencia vital todo tipo de músicas siempre desde la perspectiva del jazz.
David León, percusionista ceutí, ha desarrollado su carrera musical en Cádiz junto a ritmos como el rock, el flamenco y, principalmente, el jazz.
Y estos cuatro señores (músicos con mayúsculas) nos ofrecieron un concierto soberbio, con un magnifico sonido y repertorio, en un lugar privilegiado donde nos recordaron que la música cura, sana e inyecta alegría en el cuerpo, siendo el mejor antídoto para todo porque es la mejor forma de conocer, escuchar y respetar otras culturas.