¡Como sopla el amigo Donaldson! Está como si tuviera unos pocos años, como si estuviera comenzando en esto de la música y del jazz. Y la realidad es que pasa, sobradamente, los ochenta años.
Hace ya unos días del concierto, en Sevilla el pasado 18 de mayo, y todavía me tiemblan las piernas, resuena su música en mis oídos y me duelen las manos de aplaudir al cuarteto. Magnifico cuarteto, con un Donaldson imaginativo, juguetón y sabedor de todos los resortes de la escena. El cuarteto estaba formado por Akiko Tsuruga al órgano (sin comentarios su nivel), por Randy Johnston, maravillosos guitarrista y por un sobresaliente e imaginativo batería, Fukushi Tainaka. Un cuarteto soberbio.
La sala estaba repleta, en la puerta colgaba “localidades agotadas”. Delito tendría que con un pedazo de músico de esta categoría hubiera habido entradas; aunque más de uno, de los que se quedó en la calle, lo hubiera agradecido.
En los minutos previos al concierto, y a pesar del bullicio de la sala, se oían los fraseos de calentamiento de Donaldson: presagio, buen presagio, de lo que después ocurriría.
Y ocurrió lo que tenia que ocurrir: que nos impresionó, nos inundó, nos embelesó, nos apasionó, nos…………O debería decir: me impresionó, me inundó, me embelesó, me apasionó, me…………. No, seguro que no, lo he dicho perfectamente: NOS. Puedo asegurar que las personas que estábamos en la sala, la mayoría entradas en canas (con algunos jóvenes que no dejaban de mirar y teclear su móvil), nos lo pasamos realmente bien. El amigo Donaldson nos regalo un concierto de hora y media, un concierto de un músico viejo, experto, curtido en mil batallas y amante, muy amante, de lo que hace.
¡Larga vida a Lou Donaldson!
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