Llevo dos días embobado con asuntos fotográficos. Y no me estoy refiriendo solo al visionado de la imagen fotográfica, me refiero a terrenos sobre filosofía de la fotografía. Un terreno, en principio, pantanoso y confuso; al menos para mí. Y digo que en principio, porque una vez que te adentras en el tema, de la mano en esta ocasión de Pedro Casero, la cosa empieza a aclararse.
Cuenta Pedro Casero, profesor universitario y fotógrafo, que la arquitectura y la célula (constructora una de edificios y la otra de seres humanos) tienen o siguen el mismo canon de belleza. Canon de belleza que sigue el número áureo, un número irracional que posee muchas propiedades interesantes y que fue descubierto en la antigüedad, no como unidad sino como relación o proporción entre segmentos de rectas. Esta proporción se encuentra tanto en algunas figuras geométricas como en la naturaleza. Puede hallarse en elementos geométricos, en las hojas de algunos árboles, en el grosor de las ramas, en el caparazón de un caracol o en los girasoles.
Pues así, entre números y segmentos, nos iría desgranando e interpretando como diferentes artistas (arquitectos, fotógrafos y otros) han marcado y marcan el camino de la belleza. Un tipo realmente interesante este Pedro Casero. Me fascinó como, ante un tema tan complejo y denso, era capaz de embobar y atrapar durante algo más de una hora a un auditorio lleno de jóvenes. En ese auditorio estaba, entre otros, otro tipo no tan joven, y por supuesto embobado, como el que esto escribe.
Al día siguiente me tocaba degustar lo realizado por un fotógrafo distinto. Un fotógrafo que tiene un lenguaje distinto al resto; con el que se podrá estar más o menos de acuerdo en lo que fotografía y como lo fotografía, pero desde luego un fotógrafo que no repite o copia lo que otros hacen. Me refiero a Jam Montoya.
Otro tipo peculiar, una persona que proyecta una gran paz y armonía interior. Me decía, en una conversación posterior a la visita de su obra, que existen dos tipos de fotógrafos: los que fotografían lo que hay en el exterior de su mente y los que fotografían lo que hay en el interior de la misma. Él se encuentra clasificado en el segundo grupo. Sus obras nos muestran imágenes y situaciones no vistas en ningún lugar, en ningún lugar mundano; sí, lógicamente, en su cabeza. Es una fotografía difícil, pero con una fuerza y belleza propias de un artista que se desnuda y vacía en cada una de sus imágenes.
La exposición puede verse en una maravillosa sala de Badajoz llamada The Red Brick Gallery; un prodigio de rehabilitación arquitectónica.
Para rematar la jornada, en las Casas Mudéjares de Badajoz, la obra fotográfica de Ángel Javier Hernández Santiago.
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