El Distrito Federal no es una ciudad, sino más bien la suma de muchas. Una ciudad donde conviven casi todos los sabores y fisonomías del país. Es una ciudad cordial y acogedora, sutil e intensa. Es un lugar abierto a constantes estímulos, pero también contenedor secreto de rincones de silencio. El DF puede parecer desordenado, pero en sus calles y gentes descubriremos la amabilidad y parsimonia de unos ciudadanos que respetan a quienes los visitan. Es en definitiva una ciudad donde los visitantes, al menos los que se parecen a este cronista, pueden perderse en su inmensidad con la identidad de un mirón que pretende aprender de todo lo que ve y escucha.
Y como no podía ser de otra manera, la música esta presente en todos los rincones de la ciudad: en el centro o en la periferia; en sus calles o en sus locales; en sus hombres o en sus mujeres; en diversos estilos e instrumentos;…… pero sobre todo y ante todo interpretada y sentida desde lo más intimo de sus músicos.
Como ejemplo, un pequeño y amable local, el Café Son, en el barrio Benito Juárez. En este café, el visitante puede sentarse a degustar un excelente café y disfrutar de la música o de los cuadros, fotografías y figuras que ambientan tan singular lugar.
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