Es fácil encontrarlo en las calles del Chiado lisboeta. Apostado en alguna pared desgranando notas y notas desde su saxofón. Parece un hombre huidizo, que ofrece su música sin importarle quien la recoja.
En dos ocasiones he podido sobrecoger mis oídos con su música. La última este fin de semana. Desde lejos del lugar donde toca, se aprecian matices que pronto me llevan hacia él. En las dos ocasiones he tratado de fotografiarlo. Su respuesta, una tajante negativa. Es un ser que no quiere ser retratado, como si el acto fotográfico le robara su espíritu. Lo siento, ya que al final y de manera furtiva he capturado su imagen.
Qué estaría pasando por su mente en ese momento: es toda una incógnita. Seguro que sus pensamientos irían al compás de sus notas. Quizás en su pensamiento habría algo de un homenaje a Jimi Hendrix; ya que este sábado se cumplían cuarenta años de su muerte, cuarenta años donde una tormenta de barbitúricos y alcohol se lo llevaban por delante. ¡Una lastima!
La próxima vez que camine (disfrutando) por el Chiado, buscaré de manera ansiosa la presencia del huidizo saxofonista. Mi reto: fotografiarlo en todo su esplendor.
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