Salir de casa y viajar es uno de mis entretenimientos favoritos. ¿Adonde? Qué más da, lo importante es conocer lugares y personas que nos enriquezcan.
Por ejemplo, una forma de practicar el entretenimiento es coger el coche y poner rumbo a Coimbra, hermosa ciudad a la que el paso del tiempo ha dejado huellas irreparables. Me recuerda a la italiana Bolonia.
Coimbra es una ciudad pequeña, de unos 150.000 habitantes, situada en una colina junto al caudaloso río Mondego. Pasearla es un placer sin fin. Sus calles, callejuelas, cuestas y plazas guardan infinidad de tesoros a la espera de visitantes intrépidos ávidos de nuevas experiencias.
De la ciudad, de su arquitectura, de sus gentes y de su universidad podríamos hablar (escribir) largo y tendido. Pero no es esa la intención de estas pocas líneas, la intención es poner la atención sobre la música que se respira y vive en la ciudad. En cualquier esquina de una calle puede percibirse que sus habitantes viven para la música. Sí, digo para la música; porque se pueden escuchar tanto acordes de fado como a Miles Davis en algún reproductor de alguna casa o local.
Y ojo, que no es solamente música grabada, también se aprecia la música en vivo en la calle o en los locales de ese laberíntico barrio alto.
En un delicioso local, el Café de Santa Cruz (al lado del monasterio iglesia de Santa Cruz), puede degustarse por las noches (y de manera gratuita) un exponente del fado de Coimbra. Decía el líder del grupo que el fado de Coimbra es una canción romántica, de amor: de amor del hombre por la mujer. Y recalcaba muy claramente esa dirección: del hombre por la mujer.
Pero ya digo que no solo existe el fado. Unos metros más allá, en una empinada cuesta puede encontrase uno instrumentos en la calle, piano y batería, que harán las delicias de los aficionados al jazz. Unos metros más arriba, uno puede obsequiarse, en la tienda “quebra orelha music shop”, con alguna edición discográfica de jazz portugués. Yo me obsequie con “fluxorama” del guitarrista Afonso Pais.
Pero no solo hay fado y jazz. Si se miran sus paredes (magníficos tablones de información y denuncia) se observará que se anuncian conciertos, ya celebrados o por venir, de estilos tan divergentes como la clásica o el rock. En definitiva, MUSICA.
Y no podía de ser de otra forma, una ciudad tan bella y cordial debe tener entre sus cualidades la oferta de ese bien magnifico, y a veces poco valorado, llamado música.
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