Caminaba lentamente, entre la muchedumbre, acompañado de sus instrumentos (sus saxos). Al pasar junto a mí, le mire detenidamente a la cara y le dije: Hola Perico, ¿cómo estás?. ¿Quién eres?, me contesto. Solo soy un seguidor de tu sabia musicalidad. Una persona que se maravilla con tu música y a la que preocupa (intriga) tu cara, tu mirada, tu vida interior. Me miró sin saber que decir, sin saber reaccionar. En ese mismo momento, continuó su camino.
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