Sumergido en Portugal. Este podría ser el subtitulo de estas notas de los días vividos, disfrutados intensamente, por tierras portuguesas.
Que me gusta Portugal no es ningún secreto. Mi peregrinar hacia su territorio es una constante en mi existencia. También ayuda, digámoslo, la proximidad de la frontera. Pero en esta ocasión, la inmersión, me movería (nos moveríamos) por terrenos alejados de mi frontera, la raya como la conocemos por aquí.
La ruta comenzaría en el norte para acabar junto a la capital, Lisboa. La ruta: Guimaraes, Braga, Oporto, Aveiro, Coimbra, Figuera da Foz y Ericerira. ¡No es un mal recorrido!
Guimaraes es verde y piedra; piedra medieval. Me decía el camarero de un buen restaurante de la ciudad (es un placer dialogar con los lugareños portugueses) que a los habitantes de la ciudad les llaman “españoles”. Pues eso, que Guimaraes es también España. Una localidad hermosa, limpia y cuidada; para no perdérsela. Un último comentario: el vino verde de la casa de cualquiera de sus restaurantes es magnifico.
A pocos kilómetros, no más de veinticinco, se encuentra la elegante y señorial Braga. La tercera población de Portugal es también un lugar obligado de visita. No debe perderse bajo ningún concepto la visita del Bom Jesús do Monte, un santuario situado en los alrededores de la ciudad; simplemente espectacular.
Y llegamos a Oporto (Porto), una colina vertida a un río, el Duero. Fachadas multicolores, miles de azulejos relucientes y cuestas, y más cuestas, que enamoran al paseante. Muchas sorpresas en el caminar, la más grata el Gallery Hostel (visítenlo y se quedarán prendados). Una ciudad para pasear, ver y fotografiar.
Aveiro, de paso, el canal y poco más. Pero una ciudad siempre acogedora.
Coimbra, una mujer que fue muy hermosa y el tiempo ha pasado por ella. No obstante, la huella de la belleza nunca desaparece. Sus adornos, la música y el arte, le ayudan en su caminar. El fado, el de Coimbra, y el jazz están presentes en cualquier lugar.
De paso, Figueira da Foz. Habrá otras oportunidades de ver en profundidad una desconocida, ensalzada por historias juveniles. ¡Ya veremos!
Terminamos en Ericeira, pocos kilómetros por encima de Lisboa, playas y un pueblo de ensueño para disfrutar y descansar. Por cierto, aquí nos hospedamos en el Vila Galé Ericeira, un establecimiento restaurado situado en la playa de Ericeira, que ofrece vistas panorámicas al océano Atlántico.
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