jueves, 26 de marzo de 2020

26-03-2020 Refugiado en mis recuerdos


Siento que el mundo se desmorona a mi alrededor, que todo está en caída libre.

Ante ello, me refugio (nos refugiamos) en casa junto a mis (nuestros) seres queridos (no todos, desgraciadamente). De momento parece suficiente.

Y en ese refugio domestico pretendo construir mi mundo, un mundo que no me aporte más incertidumbre.

Y recurro, por ejemplo, a pequeños textos escritos en su momento.

Como muestra un botón. Dejo un muy breve escrito con motivo de una visita al Convento de Sao Paulo, en Aldeia da Serra (Portugal), un 20 de noviembre de 2011.

“Las últimas lluvias, las de ayer mismo, están lanzando al campo a su máximo esplendor. Da gusto ver el verdeo de una tierra que hace muy pocas fechas estaba sedienta de agua. La naturaleza es así de agradecida. Y ese agradecimiento lo traslada a sus visitantes y a todo aquel que tiene la suerte de recorrerla.

Un paseo por la raya extremeña, la tierra que une las tierras portuguesas y españolas, pone de manifiesto lo que comento. El campo empieza a estar digno de admiración. Algo tan sencillo como la ladera de una sierra, repleta de alcornoques, pinos u olivos, es toda una sinfonía de colores y olores.

Esta mañana me he dirigido, con la intención de visitar una exposición de fotografías, hacia la sencilla población portuguesa de Aldeia da Serra, en concreto hacía el Convento de Sao Paulo. Y en el camino de ida, por Elvas, Jurumeña, Alandroal y Redondo, he podido percibir lo que más arriba describo, una bocanada de vida, un baño en una naturaleza en esplendor.

Pero claro, cuando la naturaleza es tan hermosa y agradecida, el ser humano, el que la respeta, tiende a rendirse a sus pies, a residir en ella. Y en esas tierras, concretamente en Aldeia da Serra, hay un hermoso convento, que data de mil ciento y algo, que es posada de caminantes y cuna de artistas. El lugar, en concreto, ya lo he mencionado, se llama Convento de Sao Paulo, y es regido por un atento y magnifico conversador llamado Henrique Leote. A Henrique Leote, me lo ha presentado el fotógrafo autor de la exposición que iba a visitar, Pedro J. Gómez. Por esas cosas de la vida, pura casualidad, he conocido a este interesante fotógrafo y, de rebote, a este interesante mecenas de la cultura. Lo que allí está creando Leote es digno de admiración y visita. Solo puedo decir una cosa: volveré, sin duda”.

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