viernes, 1 de mayo de 2020

1-05-2020 Toto Estirado


Mis recuerdos de Toto Estirado, Toto para nosotros, se remontan a la década de los setenta del siglo veinte. Era un hombre especial para unos jóvenes que en aquellos momentos hervíamos en todos los aspectos. Una de nuestras “cuevas” de insumisión y desenfreno era el Pichi, en la calle Zurbarán. El Pichi era un lugar de encuentro, de conversación, de discrepancia, de refugio y de compañerismo: allí se compartía absolutamente todo, desde las cervezas (“los campeones”) a los magníficos pepinillos con anchoas, sin olvidar el cigarro que pasaba de mano en mano.

Y claro, en aquel ambiente de bohemia e insumisión cualquier persona o personaje singular y discrepante era bienvenido, observado y escuchado. Y Toto era sobre todo un personaje singular y discrepante con todo y contra todo. Tenía sus días afables, en los que se podía conversar con él; y sus días desquiciados, en los que mirabas para otro lado dado su humor y estado. Pero con sus días afables y desquiciados era un personaje de nuestra tribu, de aquellos chavales que vivíamos el ambiente del Pichi con total participación y compromiso.

Es para mí, también para otras muchas personas, un personaje irrepetible. Sobre el que algún día tendré o tendremos que hacer algo para recordarle.

Ilustra esta entrada una fotografía realizada por mi amigo Manolo Cáceres, al que sin permiso tomo prestada.

Dejo también rastro de una pequeña historia (muy trabajada) registrada en internet por la brillante mano de otro querido amigo, Carlos Luengo: 

http://carlosluengo-otrasvocesotrosambitos.blogspot.com/search/label/Toto%20Estirado

Por último, por su belleza, dejo retazos de escrituras de personas que lo conocieron, vivieron o, simplemente, lo admiraron.

José Larrey Martínez: “El objetivo final de Toto era triunfar, tomar plaza en la inmortalidad y ya veía que por aquel camino le iba a costar mucho trabajo conseguirlo. Así que optó por su otra gran afición: la pintura. Y todavía pensará en la inmortalidad terrena en forma de Modigliani, de Cezanne, de Picasso. Y soñando se irá a la otra vida donde un paraíso le espera para pintarlo a su modo, con su caballete mañanero, su caja de pinturas y su marco bajo el brazo, así tomará los colores del natural e irá transformándolos, según su saber y entender, para hacerlos más etéreos”.

Alberto González Rodríguez: “Un ser cuyo drama, posiblemente, fue nacer, fuera de tiempo, un siglo tarde. Es decir, cuando la bohemia, en lugar de una actitud romántica plena de atractivo, era ya solo la molestia de un marginado que había que apartar porque hacía mala vista en la sociedad del bienestar. Un personaje equiparable a esos artistas de obra luminosa y vivir dramático que fueron Caravaggio, Van Gogh, Modigliani o Toulouse Lautrec, cuyo mundo no sobrepasaba los horizontes de su hacer artístico alucinado y alucinante y su deambular por las tabernas. Un fantasma cuyo sudario eran los tablex sobre los que pintaba, y sus cadenas la incomprensión que lo lastró en su tiempo”.

O J.R. Alonso de la Torre: “A Toto Estirado, en vida, no se le trataba bien en Badajoz y a veces hasta lo echaban de algunos bares. Pero ahora tiene una calle en una zona algo canalla, que es lo que a él le hubiera gustado”.

En fin, para terminar, recuerdo en voz alta y clara que “busco ayuda para narrar la vida de este irrepetible personaje”.

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