viernes, 8 de mayo de 2020

Fotógrafo furtivo


Caminar sin rumbo, sin horario…. Sin que nadie me espere.

Madrugar y echarme materialmente a la calle a jugar a cruzarme con gente. A mirarla y a ser mirado; a retratarla sin ser retratado. Dedicarme a hablar sin decir nada o a decir sin hablar.

Fotografiar para resistir.

Son muchas las cosas que me gustan de las grandes urbes. Por ejemplo, ese anonimato de la calle. Caminar sin que nadie te conozca, sin conocer a nadie; mirar y que te miren, es un todo un placer y, en ocasiones, toda una aventura.

Una aventura en esas ocasiones en el las que el retratado de forma furtiva, te señala y no interpreta adecuadamente qué haces con una maquina en la mano y disparando sobre él. En fin, son los riesgos de esta loca afición furtiva.

La calle es una sinfonía de cosas, una amalgama constante y sin fin de sensaciones: gente de aquí y de allá, gente con y sin problemas, gente con luz en su cara, colores, sonidos, ……

He practicado mucho este juego. Un juego que requiere de un ceremonial que comienza con un despertar temprano en una ciudad sin nombre, que solamente tenga gente en la calle.

Gente, los protagonistas del juego, que serán retratadas en blanco y negro de forma inconsciente al instante de fotografiar. Ajenas a la ceremonia de pintar con la luz parte de su persona.

Desde este mismo momento pido disculpas por perturbar su caminar y sus pensamientos.

Debo de señalar que este juego tiene dos momentos cumbre: la fotografía y su visionado posterior.

Lo importante, al menos para mí, no es la nitidez del retrato y sí el gesto o la expresión que captas en ese robo furtivo y sin intención hacer daño.

Son personas como tú o yo; personas que caminan por una ciudad impersonal con cientos o miles de asuntos en su cabeza y que buscan el placer de liberarse paso a paso.

Al andar, el cerebro no tiene que preocuparse de nada. Andar es fácil, todo el mundo puede hacerlo y si, además, recibe una dosis extra de oxigeno y de aire puro de la naturaleza, se siente aún mejor.

Y ahí, en ese instante, es en el que se cruza en su camino el furtivo fotógrafo; un fotógrafo que pretende robarle el alma, captando en la medida de lo posible su capacidad de sentir y pensar.

Posteriormente, visionando el trabajo realizado, uno puede sobrecogerse de lo que ha captado.

Allí, en el mejor de los casos, encontraré el retrato a personas, individualmente o en grupo, que mirando o posando frente a la cámara o en actitudes absolutamente espontáneas, me muestran sus rasgos, actitudes u ocupaciones A ellos les di todo el protagonismo, sin invadir su espacio, fotografiándolos desde el anonimato.

Es posible que en esta forma de hacer fotografía se encuentre un modo de relacionarme con la gente, de hacer patente su empatía, curiosidad o extrañamiento … ¡Es posible!

 

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