Escribía Manuel Pacheco:
“Y ahora tienes un bosque entre las manos
y levantas las ramas de la aurora
para que nunca muera tu sonoro crepúsculo”
Con la “Oda a Duke Ellington”, poema de Manuel Pacheco, se abría el programa de la IV Semana de Jazz en Vivo de Badajoz. Los conciertos se celebraron al aire libre en el Auditorio Municipal Ricardo Carapeto de Badajoz.
Lo que sigue es una brevísima crónica.
4 de octubre de 1989
Max Suñé, el que fuera guitarrista del grupo Iceberg y uno de nuestros mejores instrumentistas del país, fue el encargado de abrir esta nueva edición de la Semana de Jazz en Vivo; una cita musical que trabajaba por buscar el lugar de refugio de los aficionados a la música de jazz de estos lares. Y se presentó acompañado de Carles Benavent (uno de los mejores bajos que uno haya escuchado nunca) y de Salvador Niebla (un tipo jovencísimo que le pegaba al instrumento como un verdadero poseso). Los tres hicieron las delicias del público.
Recuerdo aquí la anécdota del “rebote” de Salvador Niebla cuando recojo los autógrafos, de Suñé y Benavent, en el programa de la Semana. Autógrafos que, por ser una sorpresa grande este espectacular batería, no tuve a bien pedir inicialmente al mencionado Niebla.
El concierto fue de esos que te dejan con la boca abierta y que recuerdan a todos cómo uno puede alucinar casi con cualquier música a poco receptivo que se sea y con la condición evidente de que esté bien hecha.
5 de octubre de 1989
Deborah Carter fue la encargada de la segunda jornada de la Semana de Jazz en Vivo. Carter es una cantante norteamericana que vive y canta en la idílica isla de Mallorca. Una cantante que posee un caudal desbordante de voz y fraseo muy personal; pero que tiene un exceso de conciertos en pubs y discotecas, algo que probablemente desvirtúa su apuesta por el jazz.
6 de octubre de 1989
Le toco cerrar a Jorge Pardo, el cual nos dejó un excelente sabor de boca. Recuerdo su comentario de “espero que lo paséis ahí abajo como nosotros lo hacemos aquí arriba”. Y así fue lo que nos ofrecieron: un concierto bello y muy personal a los mandos de ese sonido tan característico de Jorge Pardo.
¡Larga vida al JAZZ!
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