miércoles, 1 de abril de 2020

1-04-2020 Recordando a Wallace Roney

Ayer finalizaba la entrada con un “basta ya”. Era un grito sincero sobre todo este mal sueño del coronavirus; sobre todo, por esa utilización torticera de la situación.

Hoy quiero dedicarme a recordar a un músico esplendido y magistral que nos dejó ayer. Me refiero a Wallace Roney.

He buceado en mi memoria hasta recordar cuándo descubrí o escuché por primera vez a este personaje protegido de Miles Davis y principal continuador de su estilo.

No podría asegurar que el 14 de noviembre de 1987, con ocasión del VIII Festival de Jazz de Madrid, fuera mi primer contacto con él. Seguro que lo fue, pues Roney aquel año acababa de lanzar su primer disco como líder: “Verses” con Gary Thomas, Mulgrew Miller, Charnett Moffett y Tony Williams (algunos de los músicos que le acompañaban en el escenario del Palacio de Deportes de Madrid).


Por aquel tiempo, tras su paso por los Jazz Messengers de Art Blakey y formando parte del quinteto de Tony Williams, comenzaba su despegue definitivo para este músico de carácter apacible y de una técnica depuradísima.

Se decía de él que “sonaba como Miles Davis, fraseaba como Miles y hasta fruncia el ceño como un gran Miles, pero no era Miles Davis”. El comentario, no cabe duda, era un gran elogio no exento de cierta critica muy cáustica.

Lo que escuché aquel 14 de noviembre de 1987, forma parte de mi memoria musical. Era, por expresarlo de alguna manera, la recreación del ambiente del viejo quinteto de Miles. Una fórmula neoclásica que, a Tony Williams, el legendario baterista de Miles, le sirvió para montar un influyente quinteto escuela que grabó una serie de excelentes discos para el sello Blue Note y del que salieron magníficos jóvenes solistas. Allí estaba nuestro querido, admirado y llorado Wallace Roney.

Después vendrían sus innumerables conciertos y sus múltiples grabaciones como líder o acompañante.

He mirado en mi discoteca, encontrando en ella hasta doce grabaciones: la primera, “Intuition”, de 1988 y la última, “A Place In Time”, de 2016. Puedo decir, con seguridad, que para mí es un músico escuchado y admirado.



Mi siguiente contacto con Roney se remonta al 31 de octubre de 2015 en el Café Central de Madrid. Un concierto en el que junto a Ben Solomon (un saxofonista que camina con paso firme), un espléndido pianista como Anthony Wonsey, un elegante contrabajista como Rashann Carter y la estrella rutilante Lenny White (poderosa máquina del ritmo), el aficionado pudo alcanzar cotas muy altas de felicidad, mientras sigue el rastro del genio de Miles con la ejecución tórrida y doliente de la trompeta de Roney.


Y llegó el 13 de noviembre de 2019, la última vez que me encontré con él, con ocasión del Festival XXXII Festival de Jazz de Badajoz. He mirado mis notas, donde encuentro comentarios como: “Miles ha vuelto y con él su quinteto. El concierto ha sido realmente espectacular, un ejercicio de buen jazz y energía desbocada. El quinteto que nos presenta el “orondo” Roney es una escuela de jóvenes talentos; jóvenes que nacen y se crían, quizás por generación espontánea, en los innumerables clubes neoyorkinos. Wallace Roney es un músico curtido en mil batallas; un músico que en algún momento de su carrera pudo ser señalado como heredero de Miles Davis y que hoy, con más kilos y años, nos sigue regalando allá por donde va jazz de calidad y en estado puro. Sus acompañantes son eso, acompañantes; eso sí, de gran nivel. Un nivel que les permitirá cualquiera de estos días estar en las portadas de las mejores publicaciones de jazz. Una formación compuesta por Emilio Modeste (saxo tenor), Oscar L. Williams II (piano), Paul Cuffari (contrabajo) y Malick Koly (batería). El concierto ofrecido seguro que estará entre ese puñado de conciertos que cualquiera de los buenos aficionados al jazz de Badajoz calificará como uno de los mejores en la historia de la ciudad. Por momentos, creo no exagerar, estaba convencido de estar ante una actuación del mítico quinteto de Miles de los sesenta. Tras el concierto, un Roney, exhausto y empapado en sudor, va y les solicita a los organizadores que le pidan una sopa castellana. ¡Ver para creer!”.


Querido Wallace, descansa en paz y aprovecha la ocasión para fundirte en un tórrido abrazo musical con nuestro admirado Miles.

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