viernes, 17 de abril de 2020

17-04-2020 Bebo Valdés, musico y personaje


Al hilo del libro que he comenzado a leer, “Bebo de Cuba. Bebo Valdés y su mundo, obra de Mats Lundahl (RBA Libros, 2008)”, me gustaría recordar sobre tan sabroso musico y delicioso personaje.

Porque eso es lo que creo que ha llegado a ser Bebo Valdés: musico y personaje.

Con el musico tuve el primer acercamiento en una lluviosa y fresca noche donostiarra. El lugar, la Plaza de la Trinidad. ¡Cuántos buenos momentos he pasado allí con el jazz y con la música! ¡Cómo las echo de menos!

Un 27 de julio de 2003 es el día indicado.

La Trinidad estaba abarrotada, creo que no cabía ni un alfiler. Era mucha la expectación que levantaba la saga de los Valdés. Y todo ello bajo la amenaza de la lluvia; pero está visto que la misma no está reñida con el Jazzaldia; es más, yo diría que es su gran aliada.

Puntualmente, como siempre, comenzó la noche, donde un elegante y ya muy mayor Bebo Valdés apareció, bajo una gran ovación, en el escenario. Desde ese momento y hasta el final, acompañado por su hijo Chucho, derramaría lo que sabe hacer muy bien: tocar el piano y tocarlo con ese sentido que tienen los músicos cubanos.

Bonita y deliciosa la noche que nos ofrecieron Bebo, El Cigala, Javier Colina y sus acompañantes, una experiencia que tendrá su “paginita” en la historia del jazz nacional. El final fue una explosión con el reencuentro de padre e hijo, uno (Bebo) en el piano acústico y otro (Chucho) en el piano eléctrico, nos ofrecieron una nueva y distinta versión del “Lágrimas negras”.

Descanso y bocadillos.

Viene Chucho (el músico que ha comentado que el jazz y la música cubana son primos, y el abuelo es África), todo vestido de blanco junto al huracán caribeño de Irakere. Técnica y enormes ganas de agradar presidirán la noche. Momentos para el recuerdo: una versión de “Stella by starlight”, para ellos “Estela va a estallar” (en ese momento, como no podía ser de otra forma, empezaría a llover); el “Drume negrita” y un impresionante solo de piano de Chucho (¡poderosísimo!). Una fiesta en toda su extensión: música, baile y alegría en todos los asistentes.

Al final, Chucho y Bebo volvieron a deleitarnos con un dúo de pianos, acústico y eléctrico. Bueno hubiera sido que la organización tuviera previsto dos pianos de cola. Alguien me indicaba que el motivo era la gran acumulación de gente en el escenario, 16 Irakeres.

Federico González, llorado crítico musical ya desaparecido, dirá días después en EL PAIS: “A Bebo Valdés le sobran diez dedos de toda la vida para crear en un instante todo un universo, con su cielo, tierra, mar y, en especial, emociones profundas……El recogimiento se convirtió después en sobrecogimiento por el volumen atroz que la renacida banda Irakere impuso en su bullicioso concierto”.

Mi siguiente contacto con Bebo, también con Chucho, será un 18 de noviembre de 2005 en el Teatro López de Ayala de Badajoz.

Me incorporo en la prueba de sonido. Suenan los acordes de Lágrimas Negras. Y la verdad es que suena francamente bien.

Comento con Javier Colina, superlativo contrabajista, mi intención de conseguir las firmas de Bebo y Chucho en una fotografía que les hice hace unos años en Donostia.

Bebo es todo humanidad, por su tamaño físico y por su ternura al hablar. Le indico mi nombre, a lo que responde que me llamo igual que su padre. Le recuerdo el paso por este mismo escenario de su nieto Emilio. Me dice que efectivamente, que es su nieto e hijo de Chucho. Hablamos de otros músicos cubanos que pasaron por Badajoz: Paquito de Rivera (es como un hermano, me dice) o el desaparecido Juan Pablo Torres (estuvo presente en mi última grabación, me indica).

Me pregunta si estaré por la actuación, a lo que le indico que por supuesto, que no faltaré. Me despido con el agradecimiento por su cordialidad y deseándole un buen concierto.
Chucho llegará unos minutos más tarde. Le abordo a la entrada. Le pido la firma. Lo hará con cierta desgana y más pendiente de poder empezar la prueba de sonido. Es normal, quizás no era el momento de abordarlo. En cualquier caso, le agradezco el detalle.

Más tarde disfrutamos de un concierto amplio, casi tres horas de música. Primero Chucho al piano: magnifico, inconmensurable, sin medida, una poderosa máquina de tocar el piano, nos deleita con esa visión tan especial que tiene de la música; después, Chucho y Farah María nos pasearán por el bolero: el bolero en las manos de Chucho es una auténtica delicia; más tarde, el cuarteto de Bebo, junto al brillante Javier Colina, nos paseará por la historia de la música cubana, el jazz o sus creaciones cinematográficas; continuaremos con Bebo y Chucho en solitario, para terminar con Bebo y Chucho acompañando a Farah María.

En definitiva, casi tres horas en compañía de dos maestros del piano. Nunca mejor momento para emplear el refrán: de tal palo, tal astilla. En este caso, una astilla muy mejorada.

Y esta es la crónica del Bebo musico.

La crónica del Bebo personaje, podría comenzar y terminar con la siguiente frase de Fernando Trueba al hilo del rodaje de “Chico y Rita”: “Cuando escribíamos el guion, el personaje de Chico, como músico olvidado en Cuba, venía de la realidad de lo que les pasó a muchos, como a Bebo Valdés”.

O esa otra frase, cogida al azar en Internet en la pluma de Mauricio Vicent: “El piano es un poderoso pie en la tierra para Bebo. Lo conduce sin apenas darse cuenta a su pasado y de allí lo trae de regreso a sus seres queridos y a lo mejor de su vida a través de melodías de ayer y de siempre”.

Sin más comentarios.

¡Siempre Bebo!

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