lunes, 27 de abril de 2020

27-04-2020 Furtivo


La fotografía está realizada en julio de 1995 en el Altxerri Jazz Bar de San Sebastián. Es una fotografía que presenta los inconvenientes del sigilo y furtivismo del fotógrafo.

James Carter no quiere ser fotografiado; el fotógrafo si quiere fotografiarlo. Y con ese pequeño argumento se producirá un intenso duelo de movimientos: el músico se enfrenta al tema que interpreta y el fotógrafo a los movimientos del músico y al disfrute de la música que regala.

El Alxerri está a reventar. Es tarde, hace un rato que ha terminado el concierto de la plaza de La Trinidad y los locos aficionados han querido seguir apurando el día y el buen jazz. El grupo que esta noche se sube a la tarima del Alxerri es un cuarteto liderado por James Carter. En la fotografía se aprecia al piano a Craig Taborn.

Carter ataca su saxofón con esa fuerza y singularidad que le caracteriza. El fotógrafo sostiene entre sus manos su pequeña y coqueta cámara entre cabezas y brazos que pueblan el abarrotado bar. Es difícil, muy difícil encontrar el momento y la posición adecuada. Es cuestión de meter codo y después paso adelante. ¡Por fin estamos casi en primera fila!

Carter desafía el objetivo y con leves movimientos de cabeza niega la fotografía. ¡Joder, con la posición ganada, ahora no quiere el músico! Derrotado, en primera instancia, la ola humana gana posiciones y el fotógrafo es engullido en su inmensidad.

Carter ha comenzado una hermosa balada, demuestra su buen hacer y su conocimiento del instrumento. Se siente seguro de lo que hace, de cómo lo hace y de la imagen que proyecta. ¡Pues no te vas sin la correspondiente fotografía!, barrunta nuestro aplicado fotógrafo. Fin de la balada. El público, también nuestro fotógrafo, aplaude a rabiar.

El piano introduce el siguiente tema y Carter comienza a presentar la melodía, comenzando a moverse en el escenario: ahora frente al público, ahora de lado, ahora de espaldas. El sonido comienza a ser esa cascada de fuegos artificiales y efectos que tanto gustan al saxofonista. Está en plena faena, disfrutando de su instrumento y de su música. Ha bajado su guardia, su vigía de su molesto fotógrafo.

Nuestro fotógrafo también percibe la relajación del músico. Es cuestión, nuevamente, de meter codo y después paso adelante. Ahora la situación será un poco más oculta, pero suficiente. Carter ha girado a su derecha y presenta su silueta izquierda. Es el momento, cazado ha quedado James Carter para la posteridad, la posteridad de un aficionado que colecciona instantáneas de sus músicos favoritos.

El resultado es lo que se aprecia: no es una gran fotografía. Más bien es una fotografía fallida, pero que tiene todo el ambiente, el calor y el color de una intensa noche de buen jazz.

Carter arranca el sonido brutal de su saxofón, el piano, contrabajo y batería le siguen en peregrinación y con ese ritmo, melodía y armonía que le gusta imprimir a su música.

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