miércoles, 29 de abril de 2020

29-04-2020 Santander en agosto


Aquello había comenzado como un impulso universitario más. Mis compañeros y amigos de la universidad, además del que esto narra, nos habíamos propuesto como parte de nuestra formación en ciencias económicas, pasar una semana formándonos en la UIMP, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander; una universidad enclavada en la Península de la Magdalena. ¡Aquella oportunidad no debíamos dejar escaparla!

Estamos en la primavera de 1984. Un año en el que se vivían tiempos convulsos. Una dolorosa reconversión industrial que no mitigaba las altas cifras de paro e incendiaba las calles con las protestas de los trabajadores sería el tributo de entrada en la comunidad europea. Rumasa copaba titulares de la prensa y nacía el GAL para hacer frente al terrorismo de ETA.

Nosotros, en nuestro mundo, apuramos los días para tratar de terminar adecuadamente cuarto de empresariales y comenzábamos a imaginar lo que sería la 1ª Feria de Informática y Servicios a las Empresas Extremeñas (FISEX´84) que se celebró del 16 al 20 de octubre de ese año.

Rápidamente, con el plazo suficiente, solicitamos nuestra inscripción en los cursos de verano de la afamada universidad.

Tiempo después, mis compañeros recibirían la negativa de su inscripción; en cambio, este escribiente, recibe el comunicado de estar inscrito en el curso “Artes de la luz: fotografía, cine y video”, un curso dirigido por Luis Revenga a celebrar entre el 27 y el 31 de agosto.

¡Joder, qué suerte!, será el comentario de mis compañeros. ¡Habilidad!, será mi respuesta; añadiendo, ¿para qué tanta formación en economía?, habiendo pequeñas maravillas como este curso.

Maleta y recomendaciones de mis padres.

Partiré, en tren, el sábado 25 de agosto. Más de doce horas de viaje entre Badajoz y Santander, con trasbordo en Valladolid. A mi llegada y hasta mi entrada en Las Caballerizas Reales, lugar de mi hospedaje durante el curso, pernoctaré en un hotel de la ciudad.

La Península de La Magdalena, lugar de hospedaje y de celebración del curso, ocupa una extensión aproximada de veinticinco hectáreas. Es uno de los accidentes topográficos del entorno de la Bahía de Santander, el estuario más grande de Cantabria. Uno de los mayores atractivos de La Península es su entorno natural, con espectaculares paisajes marítimos y una notable riqueza arbórea. Las Caballerizas Reales constituyen, con el Palacio, las construcciones más importantes de la Península, por su historia y su íntima relación tanto con los veraneos regios como con la Universidad Internacional.

Mi semana en Santander será una experiencia para el eterno recuerdo: una ciudad maravillosa, un entorno privilegiado, largas conversaciones con los compañeros sobre fotografía, cine o la vida, baños en la playa…..

Manuel Laguillo, Néstor Almendros, Vicente Molina Foix, Basilio Martín Patino o Lucien Clergue serán centro de nuestras apasionadas, sentidas y largas conversaciones. Conversaciones que solían alargarse hasta altas horas de la madrugada entre efluvios etílicos en cualquiera de las maravillosas casas palaciegas de la zona del Sardinero convertidas, por aquellas fechas, en bares de copas y encuentros de estudiantes.

Por aquellos días el cine cubría gran parte de mi esfuerzo cultural; vivía sumido en un carrusel cinematográfico que abarcaba multitud de estilos o directores. Por tanto, poder, por ejemplo, coincidir con el inolvidable maestro de la fotografía Néstor Almendros fue una experiencia inolvidable (guardo una fotografía en la que se me ve al fondo y a Almendros en primera fila).

Almendros, como otros de los profesores que participaron en el seminario organizado por la UIMP, nos relataron experiencias vividas y sentidas alrededor del mundo de las artes de la luz. Recuerdo que, por ejemplo, Néstor Almendros, decía que los primeros cineastas se inspiraban en los grandes pintores que utilizan la luz, mucho antes de que los efectos luminotécnicos se introdujeran en el cine.

Parafraseando el título de aquella vieja y gran película de Blake Edwards, diré que aquellos días fueron mis “días de vino y rosas” de un agosto inolvidable.

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