miércoles, 5 de octubre de 2011

Patricia

Un día como el de hoy, hace ya 25 años, nacía una hermosa niña, rubita y con unos distinguidos ojos negros; que tuvo, y aun tiene, entusiasmados a sus padres. Era una niña distinta, muy hermosa y encantadora, con una sonrisa que iluminaba toda su cara y que no pasaba desapercibida ante nadie. Eligieron para ella un nombre tan hermoso como ella, Patricia.

Muchas veces he pensado y me he preguntado por los motivos que llevaron a sus padres a elegir ese nombre; nombre que en la familia no tenía ninguna tradición o antecedente. Y el paso del tiempo, que a todos nos vuelve un poco más sabios, me dio la explicación.

Su padre, gran amante del jazz, estuvo siempre ensimismado por la figura de Art Pepper, por su música, su vida y por algunas de sus composiciones. En especial había una hermosa canción que sonaba una vez tras otra en su viejo giradiscos, y después, en su reproductor de discos compactos. El tema, no podía ser otro que Patricia. Un tema que Art Pepper, el inmenso Art Pepper, dedico a su hija.

Pepper fue un personaje contradictorio, frágil y violento, a ratos conmovedor y casi siempre arbitrario. Pero sobre todo era un pedazo de músico que podía hacer composiciones tan bellas como Patricia.

Y el padre de Patricia, la que nació hace 25 años -la hermosa y singular niña rubita- no la hija de Pepper, con su “sana obsesión” por el jazz, se divertía con ella escuchando discos de jazz e interrogando, en un infantil juego, sobre los sonidos e instrumentos que sonaban en las grabaciones.

Y Patricia creció y se hizo toda una mujercita que, si bien, nunca llego a apreciar la música de jazz, si aprecio y respeto todo lo que su padre (sus padres) le enseñaron.

Va por ti, Patricia. Muchas felicidades.

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