domingo, 25 de diciembre de 2011

Jessica Lange al otro lado de la cámara

En el cine, otras de mis pasiones (hoy algo olvidada), siempre hubo una mujer que me fascinó. Cada película que de ella visionaba, era una fuente de inspiración y sensualidad. Me estoy refiriendo a Jessica Lange.

Esta mujer hoy vuelve a sorprenderme. Habla y cuenta cosas en las que creo de verdad. Por ejemplo dice: “La fotografía es una actividad solitaria, privada, algo que adoro. Lo que más me gusta de la fotografía es el anonimato. Puedo vagar por las calles de cualquier lugar del mundo como un espectador anónimo para capturar el momento que siento que contiene el drama necesario por la luz, por el gesto o por una determinada relación”. “Mis fotografías son mis propios merodeos por la vida. Las tomo en función del ritmo que requieren. Soy paciente, espero el momento. A veces camino horas; a veces me siento y espero el instante. No “fabrico” nunca el momento; y, a veces lo pierdo por una fracción de segundo, porque no estoy preparada o por una interferencia imprevista. En todo caso, no disparo mucho; soy bastante contenida también en mis movimientos. Quiero pasar inadvertida”. “Me gusta cuando miras y presientes que hay cosas ocultas”. “Me gusta mucho pasear, encontrar, desvelar y descubrir pequeños acontecimientos que pasan inadvertidos. Muchas veces el mundo, la vida, pasa delante de nuestros ojos y no lo sabemos ver. Para mí, la fotografía es un ejercicio que me permite afinar esa agudeza”.

Verdades, al menos para mí, como puños. Así no me extraña que pueda hacer fotografías tan deliciosas como las que en días pasados se expusieron en Avilés.

Y viene toda esto a colación de lo escrito en días pasados por mí. La pasión por mirar, por observar, por vagar con los ojos muy abiertos y retratar todo lo que se cruce en tu camino.

Imagino que esa misma pasión por mirar y retratar es la que tuvieron los fotógrafos que recoge la magnifica exposición “Una imagen de España. Fotógrafos estéreos copistas franceses (1856-1867)”. La exposición que puede verse en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (C/ Alcalá, 13 de Madrid), muestra el trabajo de un grupo de amantes de esta técnica que recorrieron la geografía española y captaron, en muchas ocasiones por vez primera, rincones para el recuerdo.

Seguramente también esa fascinación por mirar es lo que llevó al fotógrafo, cineasta y escritor Jacques Leonard a zambullirse en la cultura gitana, allá por los años 50 del siglo pasado. De la mano de su mujer, Rosario Amaya, se introdujo en la comunidad gitana y fotografió a su gente como nunca antes se había realizado.

Y uno, en su humildad, intenta realizar esta misma actividad cada vez que tiene ocasión. Y a ello me dedique días pasados, en un viaje por Madrid, San Lorenzo del Escorial y Segovia. Y capte cosas que, por pudor, solo guardo para mí. Hay una que especialmente me gusta y satisface: la de un saxofonista tocando en una plaza de Segovia. El tema que tocaba era Perfidia y la reacción de los viandantes era de lo más variopinta. Se trataba en mi caso: de mirar y retratar.