sábado, 13 de mayo de 2023

RUCAB, un rincón peculiar para escuchar jazz


El pasillo que lleva al auditorio de la RUCAB es largo y luminoso; al transitar por el mismo, por momentos, te sumerges en un ambiente de jazz en el que se intuyen o escuchan vagamente las voces de Tete Montoliu, Bobby Hutcherson, Lou Bennett, Abdu Salim, Miguel Zenón, Immanuel Wilkins o un largo etcétera que han probado su recoleto y bien dotado escenario.

Ese pasillo finaliza en un lugar donde de sus viejas paredes cuelgan dos hermosas obras del cantante y pintor pacense Gene García que homenajean a Dizzy Gillespie y Charles Mingus.

Parecería que todo está servido o preparado para que la escena sea en ocasiones un lugar consagrado al jazz.

Viene lo anterior a cuento para poner en situación, o en contexto, el concierto que el cuarteto del barbateño Pablo Castillo nos ofrecía en ese lugar el jueves 11 de mayo.

Y es en ese pasillo, en la prueba de sonido del Pablo Castillo Quartet, donde comienza a producirse el idilio que en la noche del 11 de mayo se produciría entre el cuarteto y el que esto escribe.

Antes de entrar a comentarios más profundos, diré que Pablo Castillo (trompeta) y sus acompañantes (Alejandro Tamayo al contrabajo, Manolo Perfumo a la guitarra y Carlos Ayuso a la batería) dejaron un sabor de boca (y oídos) excelente. Su música y su puesta en escena son potentes, respetuosos con la tradición y de un gran atractivo para el oyente.

La música que ofrece el cuarteto básicamente transita por un puñado de estándares que firmaron o interpretaron en su día Kenny Dorham, Dizzy Gillespie, Frank Sinatra o Billie Holiday. También, es necesario reconocerlo, por el repertorio de su primer disco “Introducing Pablo Castillo”, que contiene arreglos originales de estándares y composiciones de músicos que influyeron o impresionaron a Pablo Castillo, como Duke Ellington, Barry Harris o Charlie Parker.

La puesta en escena del grupo, tres jóvenes sobradamente preparados junto a un guitarrista con una amplia y dilatada trayectoria, es francamente potente y vistosa. Por momento me parecía estar, con una distinta escenificación, ante aquel magnifico trompetista que inflaba sus carrillos hasta lo inconcebible, apuntaba con su trompeta hacia el cielo y comenzaba a surgir aquella música de agudos imposibles y armonías insólitas.

Reconozco que me atrapo el concierto, ya que acabo de definir y comparar a Pablo Castillo con Dizzy Gillespie, su ídolo; cuando la escenografía o puesta en escena del cuarteto y su líder podría asemejarse más a la de Chet Baker. ¡En fin, cosas de estilos y músicos!

Lo realmente cierto, lo que allí se escuchó, o al menos yo escuche, fue la formación de unos jóvenes sobradamente preparados que, junto a un guitarrista con una amplia y dilatada trayectoria dentro del panorama jazzístico nacional, nos ofrecieron música que destilaba intensidad y un universo sonoro parido de las manos del insigne de Wes Montgomery y aderezado con otros temas del repertorio del hard bop.

Pablo Castillo, trompetista enorme y magnifico, dotado de un fraseo lírico dentro de un estilo musical duro como es el hard bop, encabezó su propia manera de entender la historia del jazz: una forma de ver en ella algo sobre lo que incidir, algo vivo con lo que dialogar o discutir, modificar y recoger para lanzar hacia el futuro con decisión.

Resultado: una sorpresa en forma de trompetista que me (nos) dejó entusiasmados a los que nos dimos cita en ese rincón tan peculiar de la RUCAB.