domingo, 24 de junio de 2012

Camarón de la Isla

Siempre es adecuado el momento de recordar a Camarón; de hablar, escribir o, sobre todo, escuchar a ese singular cantaor que alumbró la tierra andaluza.

Camarón era singular como cantaor, como persona, como amigo, como familiar. Todos los que le conocieron hablan de esa singularidad, de esa forma de ser distinta a los demás. Posiblemente, seguro, que el origen de su arte, de su distinción.

Pues como decía, siempre es momento de recordarle; por ejemplo, a los veinte años de su muerte, que se cumplen el próximo 2 de julio.

Y que mejor manera que recordarle que escuchando su arte, su voz; esa voz que cautivó a grandes de la música y lo colocó en el olimpo de los grandes. Ahora mismo lo escucho al ritmo de la “Leyenda del tiempo”: gran disco.



Carlos Lencero, poeta, narrador y rapsoda, dijo de Camarón: “José era un superdotado. Tenía un oído privilegiado. La afinación era perfecta. Su tono natural, que podía ampliar tanto para arriba como para abajo, era perfecto. Tenía una voz muy frágil, una voz que yo denomino de ángel roto. Llegaba con limpieza a unas escalas impensables. Superaba el listón con facilidad”.

Por cierto, otro artista ya desaparecido que seguro que estará en algún lugar con su querido Camarón. Carlos Lencero amaba, sobre todas las cosas, la literatura, la música y el río Guadiana. Salió de Badajoz muy joven y viajó por Marruecos y Andalucía hasta recalar en Sevilla. Allí escribió letras para Camarón, Pata Negra y otros amigos del flamenco. Canciones tan hermosas y poéticas que ya se han convertido en clásicos.

La última actuación pública de Camarón tuvo lugar en enero de 1992, en el colegio mayor San Juan Evangelista de Madrid. El genial cantaor gaditano derrochó arte en unas tablas con mucha historia de la mano de Tomatito. Según cuentan, ese día estuvo cerca de una hora actuando y dejando para el recuerdo algo muy especial para los que allí estuvieron.

Una vez tuve la ocasión de escucharle en directo. Creo que fue allá por el año 1982; en la “primavera española”, primavera que no tardó en convertirse en otoño e invierno. Camarón era acompañante de unos “jóvenes ilusionados” llamados González y Guerra. Contrastaba en aquellos momentos el poderío físico de Felipe González con el ocaso, también físico, de Camarón.

Y aquí sigo, disfrutando con el “Camarón. Paris 1987”. Otro gran disco.

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