martes, 21 de mayo de 2013

Innovar + Emprender


Esta mañana escuchaba a Juan Carlos Rodríguez Ibarra, antiguo presidente del gobierno extremeño, manifestarse sobre el vacío que proyectamos al utilizar determinados términos o palabras; concretamente hablaba de “innovación” y “emprendimiento”. Aseguraba que en la actualidad a todos se nos “llena la boca” cuando utilizamos estos términos en nuestras conversaciones y proyectos, para luego no llegar al verdadero espíritu y significado de los mismos. 

Rodríguez Ibarra ha sido siempre una persona que no se ha cortado “un pelo” en expresar lo que entendía que era su verdad. Y en honor a la verdad (la suya o la de otros), y en esta ocasión, debo de reconocer que tiene toda la razón. Vivimos, o nos movemos, en una sociedad que verdaderamente no cree en la gente joven, en la sangre nueva, en aquellas personas emprendedoras (jóvenes o no) que puedan trasmitirnos una bocanada de aire fresco, una idea que en un futuro, quizás muy próximo, pueda ayudarnos a regenerar la adormecida sociedad en la que nos movemos y vivimos. 

José Sacristán, nuestro incombustible y respetado actor, afirmaba en una entrevista, refiriéndose a la situación que vivimos (o sufrimos) en la actualidad, que “esto no es una crisis, es la III guerra mundial encubierta”. Durísima afirmación, pero que tiene un regusto (mal gusto) de realidad. Aquí no caen bombas o victimas producto de la metralla; pero sí existen estafados, engañados, desahuciados, parados y jóvenes desmoralizados y desaprovechados por una sociedad inútil y sin rumbo. 

Y esos jóvenes desmoralizados y desaprovechados, esos de los que hablaba Rodríguez Ibarra, son lo que con seguridad podrían llenar de sentido nuestras huecas afirmaciones sobre la innovación y el emprendimiento. Pero para ello, es preciso y necesario que los dejemos actuar; que no los amordacemos con esta sociedad tan caótica que hemos construido y a la que mantenemos con nuestro día a día. 

Y aunque solo sea porque lo siento muy de cerca, porque pienso que es un claro ejemplo de lo que comento más arriba; porque en esas líneas se encierra mucho de la nueva energía de la que estamos carentes, traigo a este modesto texto la palabra, la maravillosa palabra, de un maestro de la literatura. Me refiero a una parte de un texto publicado por Arturo Pérez-Reverte bajo el título de “Siéntate aquí, chaval”. Un texto en el que Pérez-Reverte, como de costumbre, vierte verdades como puños. 

Dice así: “Ya no hay gente así en las redacciones. Ni corrector de estilo, ni viejos maestros con la clave del gran periodismo en los ojos cansados. Ni siquiera quedan apenas redacciones. Los tiempos cambiaron mucho las cosas, los periódicos de papel mueren despacio, las ediciones digitales sustituyen a los grandes rotativos que antes se apilaban en los quioscos -edición especial: Franco ha muerto-, y los propietarios de medios informativos, prensa, radio y televisión, hace tiempo jubilaron a esa clase de gente. Nadie quiere correctores de un estilo que no importa un carajo, y que además se consigue gratis, aunque de manera torpe e imperfecta, con los correctores informáticos. Tampoco hacen falta, ni conviene tenerlos cerca, molestos veteranos que abran los ojos a la carne de cañón barata que ahora exigen las empresas: jóvenes becarios mal pagados, pendientes de una pantalla de ordenador, nutridos con notas de prensa y mediante Internet, que ni siquiera duran allí lo suficiente para enseñar al joven que los sustituirá en el periodismo superficial e irresponsable, al que nuestro tiempo nos condena. Sin nadie que el primer día de trabajo, al señalar una mesa cercana y decir «siéntate aquí, chaval» le abra generoso, desinteresado, las puertas del que en otro tiempo fue el oficio más hermoso del mundo”. 

Seguro que Pérez-Reverte se refería a gente que en sus comienzos quería innovar y emprender un camino de ayuda a los demás, que querían defender con pasión causas nobles y de interés para sus conciudadanos, que querían una oportunidad y no la encontraban, que querían una sociedad mejor y más solidaria, que……………. 

Ahora que tanto hablamos de educación, nuestros informativos están llenos de opiniones sobre la nueva ley del gobierno, podríamos hacer “un pequeño esfuerzo” y legislar sobre la innovación y el emprendimiento. Seguro que, con el esfuerzo de todos, llenaríamos de alguna manera los vocablos huecos que a veces utilizamos.

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