Desde muy pequeño se familiarizó con las artes de la fotografía. El ambiente familiar le facilitaba el camino; su inquietud y curiosidad complementarían lo encontrado en casa.
Era un niño de mirada clara, siempre abierto a jugar y a invertir tiempo en su proceso de socialización y en desarrollo de capacidades como la percepción, la memoria y el razonamiento. En ese tiempo adquiere el sentido del deber, el respeto al derecho ajeno y el amor propio entre otras capacidades; desembocando todo ello en el desarrollo de su pensamiento lógico y su capacidad de distinguir entre realidad e imaginación.
¿Puedo disparar?, era la pregunta que siempre, de manera reiterada, realizaba a su padre. “Mi vicio viene por mi padre, cuando hacíamos visitas a los monumentos de la ciudad, yo le acompañaba y en algunas ocasiones me dejaba coger su Mamiya, y hacer algunas fotos…no muchas…”.
Y el mundo corría ante sus ojos; un mundo apresurado e incómodo para los ojos de un niño. Un mundo difícil de comprender. Seguramente aquí, en su incomprensión, buscaría en su baúl esa capacidad desarrollada de distinguir entre realidad e imaginación que le haría más cómodo su viaje de iniciación a la vida.
“Me gusta retratar aquello que veo, no quiero borrar algo que aparece de manera natural”. Y ese gusto por la realidad, apoyado en la imaginación, será fundamental para iniciarse en el mundo de las artes plásticas. “…..dejé abandonado un poco el tema fotográfico por la pintura y los grafitis, en realidad hacía plantillas, un tema muy relacionado con el concepto fotográfico…”.
Vendrán años de formación: la Facultad de Comunicación de la Universidad de Extremadura o el Centro Internacional de Fotografía y Cine (EFTI) le facilitarán el autodesarrollo, el pensamiento crítico, la investigación rigurosa y la creatividad.
Sin olvidar sus viajes (¡ay viajar!)., la escuela inacabable de su formación. Seguro que en su cabeza retumba el recuerdo de aquel verano en la playa, de aquel viaje de estudios a la hermosa ciudad roja de Bolonia, de aquel viaje en barco por el Mediterráneo o el Berlín de Helmut Newton cuando empezaba a despertar a la vida. Porque viajar sana, sana el cuerpo, sana la mente y amplifica los sentidos y te enseña a vivir, a mirar y a ver.
En esos viajes aprendería la importancia y grandeza del ser humano: “Me gusta mucho el retrato, el perfil de las personas, me gusta, intento extraer aquello que desprenden las personas y no puede ser visto de primeras”.
E intentando comprender a las personas y a la luz que les rodea (“La luz natural es la que sí tenemos que aprovechar”), llegará su afición por retratar cuerpos vestidos o desnudos. “Quizás por ahí viene mi gusto por este tipo de fotografía, aunque no me siento un fotógrafo que se dedique sólo a la moda”.
“Casi siempre trabajo con chicas, creo que el cuerpo femenino es mucho más atractivo que el masculino, y con ellas mantengo una relación muy cercana porque casi todas son amigas, en ese margen de confianza trabajo”.
Y así es y así lo entendemos; la moda fue el inicio, la excusa para contarnos su visión de la belleza del desnudo en blanco y negro; siempre a la búsqueda de un desnudo cargado de seducción y sensualidad. El resultado de este juego de cuerpos, luces y ángulos es, sin ninguna duda, todo un hallazgo para los amantes de la fotografía.
(*) Todos los entrecomillados contienen declaraciones del fotógrafo a http://culturabadajoz.com/emilio-jimenez-un-tipo-natural-que-hace-fotos-salvajes/
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