domingo, 20 de noviembre de 2011

Convento de Sao Paulo, Aldeia da Serra

Las últimas lluvias, las de ayer mismo, están lanzando al campo a su máximo esplendor. Da gusto ver el verdeo de una tierra que hace muy pocas fechas estaba sedienta de agua. La naturaleza es así de agradecida. Y ese agradecimiento lo traslada a sus visitantes y a todo aquel que tiene la suerte de recorrerla.

Un paseo por la raya extremeña, la tierra que une las tierras portuguesas y españolas, pone de manifiesto lo que comento. El campo empieza a estar digno de admiración. Algo tan sencillo como la ladera de una sierra, repleta de alcornoques, pinos u olivos, es toda una sinfonía de colores y olores.

Esta mañana me he dirigido, con la intención de visitar una exposición de fotografías, hacia la sencilla población portuguesa de Aldeia da Serra, y en concreto hacía el Convento de Sao Paulo. Y en el camino de ida, por Elvas, Jurumeña, Alandroal y Redondo, he podido percibir lo que más arriba describo, una bocanada de vida, un baño en una naturaleza en esplendor.

Pero claro, cuando la naturaleza es tan hermosa y agradecida, el ser humano, el que la respeta, tiende a rendirse a sus pies, a residir en ella. Y en esas tierras, concretamente en Aldeia da Serra, hay un hermoso convento, que data de mil ciento y algo, que es posada de caminantes y cuna de artistas. El lugar, en concreto, ya lo he mencionado, se llama Convento de Sao Paulo, y es regido por un atento y magnifico conversador llamado Henrique Leote. A Henrique Leote, me lo ha presentado el fotógrafo autor de la exposición que iba a visitar, Pedro J. Gómez. Por esas cosas de la vida, pura casualidad, he conocido a este interesante fotógrafo y, de rebote, a este interesante mecenas de la cultura. Lo que allí está creando Leote es digno de admiración y visita. Solo puedo decir una cosa: volveré, sin duda.

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