“Cruce de razas distintas y conjunto de individuos que resultan de este cruce”.
Ayer fue un día de un intenso reflejo del mestizaje. Mérida o Barcelona eran un claro ejemplo de lo que pretendo decir.
Arcángel, un cantaor racial y comprometido, nos proponía la fusión de su flamenco y unas hermosas voces femeninas del centro de Europa, concretamente búlgaras. Una bellísima y afortunada puesta en escena hacía las delicias de un público entregado que abarrotaba el Teatro romano de Mérida.
Como prueba de esa expresión mestiza del flamenco que se nos ofrecía, se evocó a Enrique Morente, en la persona del director de la coral, o se interpretó una rotunda versión de “La leyenda del tiempo”, esa magna obra con la que el legendario Camarón de la Isla nos indicó el camino por donde debía fluir el flamenco: un flamenco que mestizaba con otras formas musicales.
Antes de Arcángel había estado en el escenario la fadista Kátia Guerreiro para cantarnos y contarnos que el fado, música universal, también combina y mezcla con otras formas y orígenes musicales.
En aquellos bellos momentos de explosión musical, explosión musical mestiza, se nos estaba sobrecogiendo el corazón y revolviendo las tripas con la barbarie que se estaba produciendo en Barcelona; una Barcelona universal y mestiza que es un balcón al mundo, muy a pesar de algunos localismos trasnochados que intentan cambiar la evolución de una sociedad que quiere vivir en conjunto, en armonía y mezclada.
El mundo, por una serie de motivos buscados o encontrados, camina y ha caminado con la suma de las distintas razas; razas que aportan su forma de entender el mundo en función de su educación o de la fe que profesan.
Estamos obligados a buscar puentes de entendimiento, expulsando a los intolerantes; puentes que deben promover y buscar lo más hondo que debe tener el ser humano: la búsqueda de la felicidad.
Nacimos para ser felices; pero felices con la gente que nos rodea, con la gente que puede y debe, con sus luces y sombras, hacernos crecer y avanzar. ¡Ninguna cultura es la mejor!
La tolerancia, el afán de mejorar (no una mejora efímera y lúdica) y el respeto a la multiculturalidad deben ser nuestro camino y empeño. ¡Esforcémonos para que todos trabajemos en esa dirección!
Arcángel y todos los buenos músicos que ayer le acompañaron en el escenario de Mérida, seguro que trabajaban en ese empeño a pesar de los barbaros que nos desangraban y desunían en Barcelona.
Que la música, mestiza o no, ayude en ese camino que comento.
Ayer fue un día de un intenso reflejo del mestizaje. Mérida o Barcelona eran un claro ejemplo de lo que pretendo decir.
Arcángel, un cantaor racial y comprometido, nos proponía la fusión de su flamenco y unas hermosas voces femeninas del centro de Europa, concretamente búlgaras. Una bellísima y afortunada puesta en escena hacía las delicias de un público entregado que abarrotaba el Teatro romano de Mérida.
Como prueba de esa expresión mestiza del flamenco que se nos ofrecía, se evocó a Enrique Morente, en la persona del director de la coral, o se interpretó una rotunda versión de “La leyenda del tiempo”, esa magna obra con la que el legendario Camarón de la Isla nos indicó el camino por donde debía fluir el flamenco: un flamenco que mestizaba con otras formas musicales.
Antes de Arcángel había estado en el escenario la fadista Kátia Guerreiro para cantarnos y contarnos que el fado, música universal, también combina y mezcla con otras formas y orígenes musicales.
En aquellos bellos momentos de explosión musical, explosión musical mestiza, se nos estaba sobrecogiendo el corazón y revolviendo las tripas con la barbarie que se estaba produciendo en Barcelona; una Barcelona universal y mestiza que es un balcón al mundo, muy a pesar de algunos localismos trasnochados que intentan cambiar la evolución de una sociedad que quiere vivir en conjunto, en armonía y mezclada.
El mundo, por una serie de motivos buscados o encontrados, camina y ha caminado con la suma de las distintas razas; razas que aportan su forma de entender el mundo en función de su educación o de la fe que profesan.
Estamos obligados a buscar puentes de entendimiento, expulsando a los intolerantes; puentes que deben promover y buscar lo más hondo que debe tener el ser humano: la búsqueda de la felicidad.
Nacimos para ser felices; pero felices con la gente que nos rodea, con la gente que puede y debe, con sus luces y sombras, hacernos crecer y avanzar. ¡Ninguna cultura es la mejor!
La tolerancia, el afán de mejorar (no una mejora efímera y lúdica) y el respeto a la multiculturalidad deben ser nuestro camino y empeño. ¡Esforcémonos para que todos trabajemos en esa dirección!
Arcángel y todos los buenos músicos que ayer le acompañaron en el escenario de Mérida, seguro que trabajaban en ese empeño a pesar de los barbaros que nos desangraban y desunían en Barcelona.
Que la música, mestiza o no, ayude en ese camino que comento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario